LOS “OTROS” JUEGOS OLÍMPICOS
“Una cosa será Río durante los
Juegos, una ciudad bonita y con mucho brillo, pero otra cosa es la realidad que
uno vive todos los días”, comenta abiertamente Camila Farias, una profesora de
26 años, mientras desciende de la furgoneta blanca que la transporta a la parte
alta de la favela de Vidigal, donde siempre ha vivido. “Sinceramente no sé si
las olimpiadas van a generar algún beneficio para nuestra comunidad”, agrega la
joven educadora, quién también es catequista de confirmación en su parroquia y
se muestra favorable a la “cultura del encuentro” que viene promoviendo la
arquidiócesis de Río de Janeiro –en comunión con el papa Francisco– con motivo
de los primeros Juegos Olímpicos y Paralímpicos que acontecen en un país
suramericano.
La favela de Vidigal se ubica
en la zona sur de Río de Janeiro, encallada –paradójicamente– entre Leblon y
São Conrado, dos de los barrios más exclusivos de la ciudad. Sus habitantes
anualmente conmemoran la visita que recibieron del papa san Juan Pablo II, el 2
de julio de 1980, marcando el final de las tentativas de remoción de aquella
época, la conquista urbana del asentamiento y el apogeo de una cultura propia
que les ha permitido sobrevivir, organizarse y pacificarse autónomamente, consolidándose,
incluso, como un inusitado destino turístico de bajo costo.
Antes de la Jornada Mundial de
la Juventud (JMJ) de 2013, cuando Francisco visitó la favela de Varguinha, en
la zona norte, Armando de Almeida Lima, uno de los líderes de Vidigal, a sus 71
años recordaba que con la visita del papa polaco “los habitantes sintieron que
no eran tan invisibles, la imagen de las favelas comenzó a cambiar, y en breve,
la gente fue descubriendo que existen personas de bien en las favelas”.
‘Remoción blanca’
En Río, la comunidad de Vidigal
es “campeona olímpica” de resistencia ante las permanentes tentativas de ‘remoción
blanca’, como son llamados los procesos de desalojo y valorización que busca
expulsar a sus habitantes originales para dar lugar a lujosos proyectos
inmobiliarios. De hecho, ad portas de
los Juegos Olímpicos, Evânio Pereira de Paula, quien lidera algunos proyectos
sociales, deportivos y culturales en la favela (ver recuadro), sostiene que, “además
de las presiones del poder financiero e inmobiliario, el aumento del costo de
vida por fuera de la realidad del ciudadano común, están generando nuevas
formas de remoción: ahora, el valor de un litro de leche prácticamente se ha
duplicado, y por un kilo de fríjol se paga casi el triple”.
Deporte y cultura para todos
Con la mirada puesta en la comunidad de Vidigal, la Asociación
Deportiva y Cultural Horizonte desarrolla su labor social gratuitamente a favor
de la niñez, la juventud y la tercera edad de la favela, ofreciendo clases de
gimnasia, rumba, capoeira, danza de salón… y promoviendo eventos culturales
para conservar las tradiciones brasileñas. Durante las Olimpiadas será
inaugurada una clase de yoga para niños, aunque esta no sea, propiamente, una
modalidad olímpica.
Ciertamente, en torno a grandes
espectáculos deportivos de carácter temporal –como la Copa do Mundo y los Juegos Olímpicos– la capital del estado
fluminense, bajo la alcaldía de Eduardo Paes, ha “batido récord” en remociones
de comunidades pobres, que de acuerdo con el municipio, entre 2009 y 2015 llegó
a 22.059 familias.
Así, miles de personas que
antes habitaban en áreas centrales, fueron desplazadas a la periferia, desconectadas
de la ciudad y carentes de infraestructura, so pretexto de las obras que serían
necesarias para responder a los requerimientos de los certámenes
internacionales, pero también para beneficiar a la misma población. No obstante,
“la transformación de estos eventos en grandes plataformas de negocios aparecen
de forma clara”, como ha explicado Raquel Rolnik, profesora de la Universidad
de São Paulo y relatora de las Naciones Unidas para el derecho a una vivienda
adecuada entre 2008 y 2014, denunciando que “hasta hoy no se sabe exactamente
quién fue el autor de los proyectos de intervención urbanística para la
recepción de la Copa y de las Olimpiadas en Río de Janeiro; teníamos aún menos
información sobre los posibles afectados”.
En este mismo sentido, las
investigaciones de Lucas Faulhaber y Lena Azevedo sobre las Remociones en el Río de Janeiro olímpico
(2015), revelaron que el ascenso de los pobres hacia la periferia, como
“proceso de segregación y diferenciación social y/o geográfica, tiene
motivaciones económicas, políticas y culturales (…), en detrimento de sus
derechos ciudadanos. En este proceso, aquellos que pierden sus casas por la
valorización del territorio son marginados frente a la reorganización de la
ocupación y la apropiación del espacio urbano”.
Frente a este panorama de
exclusión olímpica, Evânio recuerda que cuando apenas tenía 3 años acompañó a
sus padres en una histórica “batucada” de cacerolas y banderines en Vidigal,
que evitó el desplazamiento de la comunidad en el año de 1978, animados y
sostenidos por el legado de monseñor Hélder Câmara, el fundador de la pastoral
de las favelas y el creador de la Cruzada São Sebastián –siendo obispo auxiliar
de Río de Janeiro– que reivindicó la dignidad y los derechos de los favelados. Por su parte, el actual
arzobispo de la ciudad, el cardenal Orani João Tempesta, ha destacado el
propósito de la arquidiócesis de continuar acompañando de cerca a los más
vulnerables, albergando la esperanza de que “dentro de poco su situación se
vaya resolviendo, de modo que las personas que han tenido dificultades reciban
también una solución”.
Espíritu olímpico
A favor del espíritu fraterno,
solidario y pacífico de las olimpiadas, que supone la multicultural convivencia
de los 10.500 atletas provenientes de 206 países que compartirán la villa
olímpica, entre los que se encuentra, por primera vez, un Equipo Olímpico de
Refugiados compuesto por diez atletas, la Iglesia local ha desarrollado
diversas iniciativas en torno a la “cultura del encuentro”, que incluye la
acogida de visitantes en las calles, en las inmediaciones de los escenarios
deportivos que se extienden en los complejos olímpicos de Barra, Deodoro,
Copacabana y Maracanã, y, por supuesto, en las parroquias, particularmente en
aquellas donde se celebrará la eucaristía en otras lenguas, como se hizo
durante la JMJ en 2013.
Así también, a la luz de la
positiva experiencia adoptada para la recepción de peregrinos y voluntarios
durante la JMJ, la arquidiócesis de Río de Janeiro ha liderado el proyecto “Mi
lugar en Río”, una plataforma colaborativa que permite a los habitantes de la
ciudad-sede de los Juegos, recibir voluntarios.
Al servicio de los atletas, los
entrenadores y las delegaciones de los países, el centro inter-religioso de la
villa olímpica abrió sus puertas el 24 de julio, con espacios para que
cristianos, judíos, budistas, hinduistas y musulmanes puedan practicar su fe,
además de un ambiente de convivencia y otro de consejería, con el
acompañamiento permanente de sus respectivos guías espirituales. “Cada atleta
necesita tener con quién alegrarse en la hora de la victoria, pero también
necesita el hombro de un amigo en el momento en que alguna cosa no salga bien”,
afirma el coordinador de esta propuesta de capellanía inter-religiosa, el sacerdote
católico Leandro Lenin Tavares, quien manifiesta una particular sensibilidad
por los signos de fraternidad entre las religiones y la integralidad de los
deportistas.
Pasando a otros campos de
evangelización, la Conferencia de Religiosos/as de Brasil, a través de la red Un grito por la vida, se ha mostrado
particularmente preocupada por la concientización y la prevención del tráfico
humano durante las olimpiadas y paralimpiadas –como ya lo ha hecho en otros
mega-eventos– promoviendo la campaña “Juegue a favor de la vida, denuncie el
tráfico de personas”, para enfrentar la explotación sexual. Del mismo modo, la
pastoral del turismo de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, por
sus siglas en portugués) ha propuesto unas “Olimpiadas sin tráfico de personas:
¡este es nuestro sueño olímpico!”, incentivando la defensa de la vida y de la
dignidad humana, con el propósito de “despertar el virus del bien en las redes
sociales”, como refiere su responsable, a nivel nacional, el padre Manuel Filho:
“esperamos que las personas que tengan acceso a la campaña, al menos una vez,
reflexionen un poco y salgan de la lógica del mercado para pensar,
efectivamente, en juegos saludables en todos los aspectos”.
Violencia e inseguridad
Más allá de las olimpiadas, una
de las mayores apuestas de la Iglesia de Río de Janeiro tiene que ver con la
consolidación de una cultura de paz, que incluye una tregua de 100 días (ver
recuadro), en un contexto marcado por el incremento de la violencia y de la
inseguridad. Según el Instituto de Seguridad Pública del estado, el primer
cuatrimestre de este año los homicidios en la ciudad crecieron 15,41%, y los
robos aumentaron 20,94%, con relación al mismo período del año anterior. En
promedio, se cometen 21 robos por hora y 14 asesinatos diarios. A este cuadro
sombrío, se añade la crisis de la policía civil, que a inicios de julio elevó
voces de protestas frente a las difíciles condiciones de trabajo y a los
atrasos en el pago de salarios. Para Luis
Eduardo Soares, especialista en seguridad pública, “la situación es
caótica: el Estado no cumple sus obligaciones, la policía civil no tiene ni
papel ni teléfono, y la luz está atrasada, no hay mantenimiento de vehículos.
La policía militar también sufre severamente, y las Unidades de Policía
Pacificadora (UPP) ya enfrentaban una crisis aguda”.
Tregua olímpica
Inspirada por la
tradición de la “tregua olímpica” en los juegos que se celebraban en la antigua
Grecia, la pastoral del deporte de la arquidiócesis de Río promueve la campaña
100 días de paz, lanzada el 23 de junio, día internacional olímpico, con el propósito
de integrar los valores cristianos y deportivos, a favor de la evangelización y
de la cultura de la paz.
Sin embargo, después del fatal
atentado de Niza, el 14 de julio, la tensión del terrorismo se disparó, a pesar
de las declaraciones del presidente interino Michel Temer, quien al día
siguiente aseguró en GloboNews que “Brasil está preparadísimo para enfrentar el
terrorismo”. Evidentemente, revisados los esquemas de seguridad, se anunciaron
nuevas medidas que serán llevadas a cabo por un contingente de más de 70.000
profesionales –que prácticamente podría colmar el Maracanã– encargados de velar
por la seguridad de la ciudad por aire, tierra y mar. 80 aeronaves de la fuerza
aérea, 38.000 militares de las fuerzas armadas, y prácticamente 1.000 agentes
de inteligencia de 70 países, se encargan directamente de frenar la amenaza de
terrorismo, aunque el teniente-coronel Adriano Klafke ha planteado que “la
mejor estrategia es estar preparado para lo peor, esperando que ocurra lo
mejor”.
Escenario deportivo en Copacabana |
Con todo, en términos generales
Faustino Teixeira, teólogo de la Universidad Federal de Juiz de Fora, considera
que “las olimpiadas acontecen en un momento muy difícil para la mayoría de los brasileños,
con desgaste político y social, corrupción y desencanto, que contrasta con las
expectativas por un gran espectáculo mundial”. El jesuita Jaldemir Vitório,
asesor teológico de la comisión pastoral de derechos humanos de la
arquidiócesis de Belo Horizonte, coincide con Teixeira: “estos Juegos están
atrayendo las miradas del mundo hacia Brasil, pero no están atrayendo la mirada
de los brasileños hacia los Juegos, cuando estamos viviendo un momento muy
delicado, marcado por el desempleo y la corrupción que alcanza dimensiones
inusitadas, incluso en el mundo del deporte”.
El titular de la Folha de S. Paulo del 19 de julio es
particularmente revelador: “la mitad de los brasileños se oponen a los Juegos
en Río”. La pesquisa de Datafolha
demostró que “para el 63%, la Olimpiada, cuyo presupuesto sobrepasa los 39
billones de reales (10,7 billones de euros), traerá más perjuicio que beneficio
a los brasileños”. Es lo mismo que afirma Moacir José de Souza, resumiendo el
sentir de los transeúntes que se aproximan al kiosco de revistas donde trabaja,
en Copacabana: “la gente no está muy conectada con los Juegos, porque hubo
muchas cosas erradas y no está trayendo ventajas, así sucedió también con los Panamericanos”.
Para el teólogo laico Cesar Augusto
Kuzma, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río y presidente de la
Sociedad de Teología y Ciencias de la Religión, “aunque la naturaleza de los
Juegos en sí es buena, porque favorece el intercambio cultural y la paz, el
precio que se paga es muy caro: el precio de la vivienda subió el triple o más,
tenemos comunidades desplazadas, graves carencias en salud y educación, con
poca asistencia para los niños y los ancianos”
¿Para quién son las
olimpiadas?, se pregunta Carlos Eduardo Cardozo, director de la escuela Stella
Maris, en Vidigal, y asesor de la comisión educativa de la arquidiócesis. “Da
la impresión de que no es para el pueblo ni para quien habita en las favelas, y
mientras tanto tenemos más 40 escuelas públicas en paro y en otras tuvimos que
trasladar el receso escolar de julio para agosto”.
¿Y el legado?
De regreso a Vidigal, a pocos
metros de la UPP, que por estos días ha pasado de 20 a 300 efectivos, se divisa
el único escenario deportivo disponible para una población de 35.000
habitantes: la Villa Olímpica Vidigal. Allí se encuentra, con sus tres pequeños
hijos, Wanderley Gomes, de 49 años, un ‘formador de opinión’ –como él mismo se
denomina– de la radio comunitaria Estilo
Livre FM. “Me hubiera gustado que en esta comunidad se hubiera realizado
algún proyecto vinculado al Comité Olímpico Internacional –lamenta el
comunicador– al menos algún proyecto deportivo orientado a los niños y a los
jóvenes, que son el futuro de esta comunidad. Lo único que tenemos es esta
villa, que no es olímpica pues apenas tiene un campo de fútbol y una cancha
múltiple”.
Aunque el Complejo Olímpico de
Copacabana se extenderá hasta los pies de la favela de Vidigal para dar lugar a
la competencia de ciclismo de ruta, faltando dos semanas para el inicio de las
olimpiadas, la comunidad aún no había sido informada sobre las consecuencias
que ello representaría en sus labores cotidianas. Algo sí parecía seguro, dijo
Wanderley: “no tendremos ningún impacto positivo, en cambio, tendremos muchos inconvenientes
de movilización, pues la avenida Niemeyer, que ha sido adecuada para los
Juegos, es nuestra única vía de acceso, va a estar cerrada, y nosotros
tendremos que ir a otro barrio a pie para tomar transporte e ir a trabajar”. En
la práctica, serán entre 40 minutos y una hora y media en menoscabo de la
calidad de vida de la población.
Después de los Juegos habrán
nuevas vías, es cierto, nuevos espacios deportivos, y se espera que también
surjan nuevas obras educativas, y que los proyectos sociales como “Río se
Mueve”, liderado por la arquidiócesis de Río, permanezcan. Sin embargo, se
cerrarán muchos puestos de trabajo temporales que se generaron en torno a los
Juegos, y, el balance socio-ambiental no es muy halagador, como plantea el
ecoteólogo Afonso Murad: “el proceso de descontaminación de la bahía de
Guanabara y del sistema de las lagunas de Barra y de Jacarepaguá no se realizó,
como había sido prometido, continúan en una situación deplorable, con cantidad
enorme de residuos orgánicos y basura que incluso pone en riesgo la salud de
las personas”
Con realismo, Wanderley pondera
que “los grandes eventos no han traído ningún beneficio tangible a las
comunidades más pobres, como Vidigal, que –a propósito del ciclismo de ruta–
está acostumbrada a luchar con sus propias piernas”.
@OscarElizaldeP
@OscarElizaldeP
*Versión
ampliada del reportaje publicado en la revista Vida Nueva No. 2999.