Las ‘venas abiertas’ de las cárceles brasileñas
La
Iglesia clama por un sistema penitenciario justo, digno y humano
Ríos de sangre corren por las ‘venas abiertas’ de las cárceles
brasileñas. Apenas despuntaba el nuevo año, cuando una ola de masacres al
interior de varios centros de reclusión puso en evidencia la grave crisis del sistema
penitenciario del país.
En el transcurso de las dos primeras semanas del año
fueron asesinadas con sevicia 116 personas: 56 en el Complejo Penitenciario
Anísio Jobim, en Manaus (Amazonas); 33 en la Penitenciaría Agrícola de Monte
Cristo, en Boa Vista (Roraima); y por lo menos 27 en la Penitenciaría Estadual de Alcaçuz, en Nísia Floresta (Rio Grande do
Norte), donde otros nueve fueron gravemente heridos.
La hecatombe, de proporciones
dantescas, salpicada por inhumanos actos de horror –con numerosas víctimas
decapitadas y descuartizadas–, es el desenlace de una ‘tragedia anunciada’ en
la cual convergen múltiples factores que han sido denunciados en varias
oportunidades por diversos organismos sociales y eclesiales, entre los que
sobresale la pastoral carcelaria, vinculada a la Conferencia Nacional de
Obispos de Brasil (CNBB, por sus siglas en portugués).
Las acciones de encarcelamiento
masivo, las deficiencias del sistema de justicia criminal, el hacinamiento en
los centros de reclusión –y sus pésimas condiciones de saneamiento y
alimentación–, el lobby que promueve
la privatización del sistema penitenciario, la carencia de políticas de
reeducación y reinserción, y la violación sistemática de los derechos de los
detenidos –que con frecuencia alcanza inusitados niveles de maltrato y de tortura–,
son algunos de los ‘detonantes’ señalados por la pastoral carcelaria, que al
mismo tiempo reflejan la compleja realidad de las cárceles brasileñas.
Este cuadro se torna aún más
dramático, al considerar la sangrienta guerra que se ha desatado dentro de los
presidios, entre las bandas criminales que rivalizan por el control de las
rutas del narcotráfico –la paulista Primeiro
Comando da Capital, por un lado, y la amazonense Família do Norte, por otro, aliada a la carioca Comando Vermelho–, con el riesgo que
representa la potencial expansión del conflicto violento por fuera de las
cárceles.
Una ‘bomba de tiempo’
“Hablar de cárcel significa hablar de
una fábrica de tortura que produce violencia y monstruos, donde la barbarie es
constante”, comenta el coordinador nacional de la pastoral carcelaria, el padre
Valdir João Silveira, advirtiendo que lo que ha sucedido en Amazonas,
Roraima y Rio Grande do Norte, también acontece en diferentes lugares de
Brasil: “estamos ante una ‘bomba de tiempo’ que puede explotar en cualquier
momento en todo el país”.
Ciertamente, la actual es la peor
crisis registrada desde la nefasta masacre de Carandirú (Casa de Detención de São
Paulo), ocurrida el 2 de octubre de 1992, que causó la muerte a 111 internos.
24 años después, la población carcelaria ha aumentado 575% y la problemática
parece ser directamente proporcional.
Con más de 700.000 personas retenidas
en 37 centros penitenciarios, Brasil posee la tercera mayor población
carcelaria a nivel mundial –superada únicamente por Estados Unidos y Rusia–,
con el agravante de que mientras los estadounidenses y los rusos lograron
disminuir sus tasas de reclusión en 8% y 24%, respectivamente, entre 2008 y
2014, durante el mismo período el país suramericano las incrementó en 33%.
![]() |
Padre Valdir João Silveira, pastoral carcelaria |
Esta situación, ponderada por la
pastoral carcelaria, permite inferir que “la sobrepoblación es la regla: celdas
que fueron proyectadas para 12 personas albergan a más de 50, y aún hay casos
peores”. De igual forma, “las atenciones en salud, educación y asistencia
jurídica son muy precarias, no obstante que se encuentren contempladas en la
Ley de Ejecución Penal”.
El caso de las mujeres presas es
particularmente relevante si se tiene en cuenta que entre 2000 y 2014 el número
aumentó 567% (el segmento masculino creció 220%) y el 90% son madres. Asimismo,
la mayoría de los detenidos son pobres, jóvenes y afrobrasileños, poniendo en
tela de juicio la ‘selectividad’ del sistema penal.
Por otra parte, 41% son ‘presos
provisionales’ y cuando son juzgados, el 37% es inocente o ya ha pagado el
tiempo de su condena. Además, según el padre Silveira, “la inmensa mayoría de
las personas privadas de libertad son acusadas o judicialmente condenadas por
crímenes que no representan violencia o una amenaza grave”, lo cual confirma la
crítica que la pastoral carcelaria ha hecho con relación al hacinamiento: “no
es fruto del déficit de cupos en el sistema, el enorme número de personas
presas es claramente fruto de la selectividad penal y no de las ‘altas tasas de
criminalidad’”.
En la opinión de la socióloga Julita
Lemgruber, coordinadora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de
la Universidad Cândido Mendes, en Río de Janeiro, “en Brasil, los presos son
tratados como animales peligrosos, y cuando las personas son tratadas de forma
inhumana, reaccionan con extrema violencia”.
No-violencia
“No se puede responder a la violencia
con más violencia”, ha dicho monseñor Sérgio Eduardo Castriani,
arzobispo de Manaus, postulando la no-violencia para construir una cultura de
paz, y afirmando que “la raíz del problema carcelario es la falta de políticas
públicas”. De igual forma, “la tercerización también debilita el sistema, donde
el recluso representa apenas un valor económico”. “Manifestamos nuestro repudio
contra la mentalidad de aquellos que banalizan la vida, creyendo que la misma es
descartable, donde se puede matar y practicar todo tipo de crimen y violencia
contra los ciudadanos”, denunció el prelado.
La presidencia de la CNBB, por su
parte, también ha manifestado su indignación ante la masacre de los presos y su
solidaridad con los familiares de las víctimas, haciendo eco a las palabras del
papa Francisco (ver recuadro) y exhortando “a las autoridades
competentes la rigorosa apuración de esta tragedia, en su complejidad
coyuntural y estructural, y, por encima de todo, la búsqueda de un sistema
penitenciario más justo, digno y humano”.
La pastoral carcelaria en Brasil aboga
por políticas públicas a favor de la reeducación, la reinserción social y el
respeto por los derechos humanos. Menos cárceles y más justicia, educación y
dignidad, es la apuesta de la Iglesia para curar las ‘venas abiertas’ del
sistema penitenciario.
Francisco: dolor y preocupación
En la audiencia del 4 de enero, el papa Francisco
expresó su “dolor y preocupación” por la masacre ocurrida en Manaus, reiterando su llamado “para que las
cárceles sean lugares de reeducación y reinserción social y las condiciones de
vida de los detenidos sean dignas de personas humanas”.
@OscarElizaldeP
Publicado en Revista Vida Nueva Colombia No. 162, pp. 48-49.
Fotos: Adital, Pastoral Carcelaria Brasil, Diario Las Américas, Infobae