Chiapas y la misericordia con los migrantes
Albergues,
formación y asesoría entre las respuestas de la Iglesia al flujo migratorio
Dos hechos pasaron
prácticamente desapercibidos en la visita que el papa Francisco realizó a San Cristóbal de Las Casas, en Chiapas, el 15
de febrero de 2016, durante su viaje apostólico a México. “En nuestra
diócesis, con ocasión de su visita, hicimos una colecta para ayudar a los
migrantes y logramos reunir 15.000 dólares [unos 43,5 millones de pesos]. Por
su parte, el Papa nos obsequió un dinero para los pobres: 80.000 euros
[equivalentes a 262 millones de pesos, aproximadamente], que se han destinado a
cubrir diversas necesidades entre las que se encuentran, claro está, las de los
migrantes”, comenta el obispo Felipe
Arizmendi Esquivel.
Ambos gestos de
generosidad –el de los fieles y el de Jorge
Mario Bergoglio– han posibilitado la multiplicación de obras que son
‘símbolo’ y ‘memoria’ del Jubileo Extraordinario de la Misericordia en la
Iglesia de Chiapas, que históricamente ha sido sensible a la situación de los
migrantes centroamericanos.
¡Fui forastero y me recibieron!
Ubicado al sur
del país, el estado de Chiapas es un ‘paso obligatorio’ para los migrantes
centroamericanos que transitan hacia el norte del continente. Solamente entre
1985 y 1995, la Iglesia atendió a más de 100.000 refugiados de Guatemala. Tanto
la arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, como las diócesis de Tapachula y de San
Cristóbal de Las Casas –que se extienden a lo largo y ancho del estado–
experimentan a diario los clamores y las angustias de la movilidad humana, tal como
se describe en el ‘juicio final’ del evangelio de Mateo, citado con frecuencia por el propio papa Francisco: “tuve
hambre… tuve sed… fui forastero… estuve desnudo… enfermo… en la cárcel” (Mt 25,
35-36; 42-43).
No en
vano monseñor Arizmendi asegura que “el flujo migratorio, proveniente de
Centroamérica, nos sigue presentando un gran desafío, pues se ha incrementado
en los últimos meses. En la actualidad, hemos vuelto a las estadísticas de hace
dos años, cuando empezamos a recibir un promedio de cien migrantes por día”.
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De igual forma en Tapachula, desde 1980 hasta la
fecha, la Casa del Migrante Scalabrini, a través del albergue “Belén”, ha
recibido a miles de migrantes de diversos países que en su travesía en pos del
‘sueño americano’, también son acogidos en otros albergues que se sitúan justamente
en la ruta hacia los Estados Unidos, en las poblaciones de Huixtla, Mapastepec
y Arriaga, al tiempo que se ofrece asistencia a trabajadoras domésticas procedentes
de Guatemala.
Así también, el 14 de diciembre de 2015, los
misioneros scalabrinianos –cuyo carisma al servicio de la movilidad humana es
ampliamente reconocido– abrieron las puertas de la Aldea “Arcoiris”, que
funciona como un centro para refugiados y víctimas de trata, proporcionándoles
espacios de formación para que puedan insertarse laboralmente en la sociedad. Al
saludar esta feliz iniciativa, que coincidió con la fecha de apertura de la Puerta
de la Miseriocordia en la diócesis de Tapachula, al inicio del año Jubilar, el
obispo Leopoldo González González
manifestó que “aunque parecieran puertas diferentes, en realidad son la misma
puerta, la puerta de la misericordia de Dios”.
Dignidad
para los ‘don Nadie’
En efecto, el padre Flor María Rigoni, gestor de la iniciativa, considera que esta obra
“es una mano tendida hacia cuantos han sido despojados de la dignidad mínima de
ser un alguien, con un nombre, con un apellido, con la posibilidad de levantar
su cabeza y de dialogar. Los migrantes en general, así como otras categorías de
personas, pasan su vida en la periferia de la historia, invisibles, porque los
consideramos como unos ‘don Nadie’, rechazados y despreciados”.
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Migrantes certificados por la Escuela de Artes y Oficios |
Por este motivo la Escuela de Artes y Oficios adscrita
a la Aldea, ofrece cursos trimestrales de costura, belleza, cocina, carpintería
y electricidad, entre otros, que con el aval de la Secretaría de Educación
Pública del gobierno mexicano y con el respaldo de la oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), favorece la
regularización migratoria de los refugiados.
Otras acciones similares
se han encaminado en la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, como la Casa
del Caminante “Jtatic Samuel Ruiz García”, en la fronteriza ciudad de Palenque,
que ofrece un gran albergue, asistencia jurídica, y actualmente construye un
taller para que los migrantes elaboren velas y cirios, que puedan vender y así
obtener un pequeño ingreso para su sostenimiento.
Asimismo,
en Frontera Comapala se ha habilitado
el albergue “San Rafael” para quienes solicitan refugio político y huyen de la
trata de personas. Este albergue cuenta con un equipo de atención humanitaria
integral conformado por una psicóloga, una trabajadora social, un abogado y un
sacerdote jesuita.
Albergue 'Mambre' |
Propiamente,
en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, se abrió la Casa del Migrante “San
Martín de Porres” que, como detalla monseñor Arizmendi, “es un centro de
acogida para migrantes, principalmente centroamericanos y mexicanos, donde se
les brinda una atención digna, ropa, aseo personal, orientación, sin descuidar
la defensa y la promoción de los derechos humanos, la escucha de sus problemas
y el seguimiento de las violaciones a sus derechos que han sufrido en su
trayecto por el territorio chiapaneco”.
Por otra
parte, se han dado importantes pasos en la creación de otro albergue en Salto de Agua, que llevará el nombre de “Betania”, mientras
que en Comitán ya funciona “Mambré”, un albergue pequeño, mientras que se
tramita un terreno de 20x60 metros, para uno más grande y permanente.
Estas y
otras iniciativas han sido posibles gracias a la solidaridad de la comunidad
católica y del obispo de Roma, abanderado de la misericordia con los migrantes.
No es casualidad que el comedor para migrantes en Frontera Comalapa lleve
el nombre de “Papa Francisco”.
“Los migrantes nos duelen en el corazon”
“Acoger al migrante no es un asunto de moda, ni un
esfuerzo por quedar bien, se trata de un imperativo evangélico”, ha manifestado
monseñor Felipe Arizmendi. “La migración es
un fenómeno mundial pero las necesidades de nuestros hermanos que pasan por acá
nos duelen en el corazón, nos llegan al alma y no podemos permanecer
indiferentes ante ello”, concluye el obispo de San Cristóbal de Las Casas.
Publicado en Vida Nueva Colombia No. 155 (pp. 48 y 49).
Fotos: Agencias, Iglesia de Chiapas