Jóvenes
bolivianos, chilenos y peruanos amasan el sueño de una sociedad fraterna
Desde hace dos años, las vacaciones del joven boliviano Víctor Hugo Rosas tienen nombre propio:
‘Estrella del Sur’. “Participé en el primer encuentro que se realizó el año
pasado, en Santiago de Chile, cuando recibimos el emblema de Santa María del
Sur y desde entonces el grupo de Cochabamba asumimos el compromiso de organizar
el segundo encuentro”. En efecto, Víctor ha hecho parte del equipo coordinador
de ‘Estrella del Sur 2.0’, que ha reunido a casi un centenar de jóvenes y
adultos del Cono Sur del continente, para compartir itinerarios de integración
y espiritualidad, articulados desde el imperativo del cuidado de la Pachamama (‘Madre Tierra’), un desafío
que se hace camino entre los pueblos originarios y el sistema globalizado.
“Estrella del Sur fue, originalmente, un sueño de Sergio Torres, quien lo incubó por
varios años hasta que se hizo proyecto de Amerindia Chile y comenzamos a
compartirlo con Amerindia Cochabamba y algunas Instituciones, como el Centro
Ecuménico Diego de Medellín y los Siervos de María, entre otras”. Así describe Rogelio Correa, coordinador de
Amerindia Chile, los orígenes de esta iniciativa de cuño intergeneracional,
interreligiosa e intercultural, que este año ha convocado en la Casa del
Catequista de Cochabamba –del 22 al 26 de enero– a 29 chilenos procedentes de Arica,
Iquique, Santiago, Temuco y Valparaíso, 47 bolivianos de Cochabamba, La Paz,
Llallagua y Oruro, y 14 peruanos provenientes de Puno, destacándose la
participación de un significativo grupo de jóvenes aymaras, mapuches, quechuas
y urus.
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Participantes de Estrella del Sur 2.0 |
Más que una
consigna, afirmar que ‘la diversidad nos une’ es una profunda convicción, explica
Tania Ávila, coordinadora de
Amerindia Cochabamba, asegurando que “hemos querido proponer un proceso de
relectura y aprendizaje desde dos vertientes: las culturas originarias y el
sistema globalizado del cual todos los pueblos somos parte; ambas realidades
son fundamentales para ahondar las raíces de unidad e integración de los
pueblos”.
Integración
En la perspectiva de Sergio Torres, ‘Estrella del Sur’ pone en
evidencia “la firme voluntad de
superar los obstáculos que impiden la verdadera fraternidad”, considerando que “Perú,
Bolivia y Chile tienen la vocación y la tarea de integrarse en una unión del
sur, superar las desigualdades y la pobreza y hacer un aporte, con otras
naciones del sur, a la geopolítica mundial, para crear una nueva civilización
de paz, justicia y felicidad, inspirada por el Espíritu de vida y de plenitud”.
De ahí que cada una de las actividades, vivencias, y
celebraciones que se han desarrollado a lo largo de cinco jornadas formativas, fueran
concebidas como espacios de encuentro y diálogo a partir de los
saberes de los pueblos originarios y de las oportunidades que ofrece el sistema
globalizado para la gestación de una ecología integral en la vida de los
pueblos.
Para Abel Florez Ávila, estudiante de medicina de la Universidad
del Valle de Bolivia, el anhelo de “borrar las fronteras históricas e
ideológicas que nos dividen, descubriendo que lo que nos une es mucho más
fuerte”, fue una de las constantes más importantes del encuentro. Expresamente,
la celebración de rituales ancestrales y los espacios de aprendizaje que
propiciaron el intercambio cultural, visibilizaron las sabidurías y las
espiritualidades de los pueblos originarios que traspasan las fronteras de los
países, integrándose en el Abya Yala (‘Nuestra
América’).
El joven mapuche Sergio Marinao, valoró “la oportunidad
de compartir con hermanos de distintos pueblos que respetan mi cosmovisión, así
como yo también he podido apreciar las creencias que cada comunidad tiene”. Rubelia
Gamarra, joven quechua perteneciente
al pueblo de Macarí –en la región de Puno–, comparó las narrativas que dan
cuenta de dichas creencias y cosmovisiones: “me cautivó haber encontrado que
los mapuches explican su origen a través de leyendas, cuentos y mitos, y lo
mismo ocurre con los quechuas de Puno. En mi pueblo, por ejemplo, tenemos la
leyenda de maukallaq. Otro elemento
que nos une son los cantos –agregó Rubelia–, tanto ellos como nosotros tenemos
cantos que solemos utilizar para el tiempo de la siembra, de la cosecha, para
transmitir tristeza, alegría, para el carnaval…”.
Redy Quintero, por su parte, comprobó que “a pesar de que hay muchas culturas que
pueden ser distintas, con diferentes dialectos, hablamos un mismo lenguaje,
como si fuéramos hermanos de toda la vida, miembros de una misma familia, con
una misma raíz, una red que se va tejiendo”. Para Adelma Quispe, conocer
la realidad del pueblo Aymara le permitió reafirmar la defensa de su cultura
quechua: “aunque migremos a las ciudades, debemos conservar nuestras costumbres,
los vínculos con nuestros ancestros, lo que hemos aprendido en nuestras
comunidades y el cuidado de nuestros recursos”.
Reciprocidad
Adelma destacó dos aprendizajes: “los valores de reciprocidad de la
comunidad, como el trueque de productos y la ‘minga’, donde todos apoyamos la
labor de los demás y, al mismo tiempo, somos apoyados por la comunidad: hoy por
ti, mañana por mí; otro aspecto importante es nuestra opción por los alimentos
agroecológicos, que son más saludables que las comidas transgénicas y
agroquímicas”.
En el compartir de cada día, entre conferencias y didácticas favorables al
aprendizaje en comunidad, los jóvenes también fueron sensibles a los problemas
que afectan a los pueblos originarios. Así lo expresó Adimelia Moscoso, joven
aymara de Iquique: “me queda una gran preocupación por la situación que está
viviendo el pueblo Uru, pues nos contaron que sus lagos se están secando cada
vez más y no tienen tierras, además de muchos otros factores que atentan contra
su cultura y los coloca en una difícil situación de vulnerabilidad que podría
generar su desaparición”.
Por otra parte, la visita al complejo arqueológico de las qollqas, en la ciudad de Quillacollo
–una especie de ‘granero’ que garantizaba la seguridad alimentaria de los
incas–, y al histórico Valle Alto –que incluyó un conversatorio con el director
del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Quechua y con algunos líderes del
municipio de Cliza–, desataron interesantes procesos de aprendizaje que se
sumaron a los aportes teóricos de José Luis Muñoz (“El desafío de la
integración”), Sebastián Lara, (“Interdependencia en un mundo
globalizado”), Antonietta Potente (“Las otras historias”) y Víctor
Codina (“Ecología integral).
La suma de experiencias,
espiritualidades, sabidurías ancestrales y reflexiones acrisoladas por la
urgencia de construir puentes en vez de levantar muros, está dando lugar a una
original búsqueda de comunión –no solo de comunicación– donde se entretejen historias de vida que amasan
el sueño amerindio de gestar una sociedad fraterna, desde la vida cotidiana,
revertiendo la historia, “porque en realidad nuestro norte es el sur”, como inmortalizó
el artista uruguayo Joaquín Torres García. El próximo encuentro de
‘Estrella del Sur’ será en enero de 2018 en Chile ¿Alguien se quiere apuntar?
@OscarElizaldeP
Publicado en: Revista Vida Nueva No. 163 (edición colombiana).