La Iglesia aboga por la paz social y por una auténtica reforma política en Brasil
La suspensión por seis meses
de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, tras la votación del 11 de mayo en
el Senado, formalizó el inicio de su juicio político por “crimen de
responsabilidad”, dando paso a una nueva etapa de “la profunda crisis ética,
política, económica e institucional que atraviesa el país”, como ha denunciado
la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB).
La decisión de la mayoría de
senadores (55 votos a favor y 22 en contra) ha coincidido con la voluntad de
367 de los 513 miembros de la Cámara de Diputados que también se manifestaron –con
derroche de espectáculo– a favor del impeachment
de la presidenta el pasado 17 de abril, muchos de ellos invocando el nombre de
Dios, dedicando el voto a la familia, e incluso homenajeando a los torturadores
de la dictadura cívico-militar.
“Brasil no se merece esto” –ha
lamentado el obispo emérito de la prelatura de Xingu, Erwin Krautler– es
simplemente vergonzoso, ¡no es posible que lleguemos a tanto! Por eso la CNBB ha
llamado a nuestros representantes a no defender intereses políticos
partidarios, de oligarquías, o particulares, sino los intereses del país”.
Para el presbítero Manoel
Godoy, director del Instituto Santo Tomás de Aquino, la actual coyuntura
también ha puesto en evidencia que “los neopentecostales hacen parte de las
tres ‘B’ que comandan la política en el Congreso: Biblia (bancada evangélica),
bala (bancada de agentes de seguridad y militares) y buey (bancada del
agronegocio)”.
Polarización
Ante la desafiante realidad
política, teñida de polarizaciones y escándalos de corrupción sin precedentes
que afectan principalmente a los pobres, el episcopado ha subrayado “la necesidad de una auténtica y profunda reforma política, que asegure
la efectiva participación popular, favorezca la autonomía de los poderes de la
República, restaure la credibilidad de las instituciones, asegure la
gobernabilidad y garantice los derechos sociales”, advirtiendo que “la
polarización de posiciones ideológicas, en un clima fuertemente emocional,
genera la pérdida de objetividad y puede llevar a divisiones y violencias que
amenazan la paz social”.
La posesión de Michel Temer
como presidente interino, con una frágil aprobación del 8% de la población, en
medio de fuertes críticas ante sus primeras medidas para garantizar el orden y el progreso de la nación –como reza la divisa de la bandera– no ha
dejado de sembrar dudas frente a los rumores de conspiración, “golpismo” e
intereses que se mueven entre bambalinas, además del descontento de los
movimientos sociales en las calles y en las redes sociales.
Para el teólogo capuchino
Vanildo Zugno “el ‘golpe’ que está apartando no solo a la presidenta sino a las
fuerzas democrático-populares que en los últimos 13 años logró implementar un
conjunto de cambios a favor de la población que nunca había sido sujeto de
atención del Estado (mujeres, niños, jóvenes, negros, indígenas, ribereños,
LGTBI…) representa un retroceso histórico considerable, simbolizado en la
ausencia de mujeres en el primer escalón del gobierno interino, y en la
extinción de los ministerios de la Cultura, de las Mujeres y de la Igualdad
Racial, entre otros”.
Si bien es cierto que la
CNBB “acompañan atentamente este proceso y espera el
correcto procedimiento de las instancias competentes”, aún no se ha pronunciado
sobre la nueva realidad que vive el país. Ante esto, el cardenal Odilo Scherer
ha afirmado que “en el seno de la propia Iglesia, tratándose de cuestiones
políticas, existe una legítima diversidad de posiciones, siempre que no estén
en desacuerdo con las convicciones de la propia fe cristiana”.
Fotos: Vida Nueva; cut.org.br
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