LA JUVENTUD DEL PAPA
“Todos
los caminos conducen a Copacabana”. Esa fue la sensación que me produjo la
movilización de miles y miles de jóvenes –tres millones, se dice– en la playa
de Copacabana y sus alrededores. Eran ríos de gente joven en Río, todo un Mar Fidei al concluir la 28ª Jornada
Mundial de la Juventud (JMJ).
A
las 9 de la noche de ayer, Paulo Vinicious, un joven brasilero, se dirigía a la
estación Cardeal Arcoverde (que evoca el nombre del cardenal Joaquim Arcoverde,
segundo arzobispo de Río de Janeiro y primer cardenal de América Latina). Con
sus amigos, no esperaron a que terminara la Vigilia por temor a que luego no
fuera posible ingresar al Metro para llegar a la casa donde se estaban hospedando.
Luego tendrían que madrugar a las 4:30 a.m. para alcanzar a encontrar un sitio en
la eucaristía de clausura.
También
a las 9 llegaba Alixe Aline, una morena de 19 años del estado de Sao Paulo.
Venía en uno de los cinco buses contratados por su parroquia Santa Bernardita.
“Nos dejaron en Botafogo, a 7 kilómetros de aquí, y vinimos caminando hasta
Copacabana”, me contó con alegría, mientras extendía su saco de dormir en el
suelo.
Copacabana
no durmió. Aunque la mayoría de jóvenes acamparon, si acaso reposaron una
cuantas horas. La vigilia se prolongó entre cánticos y alegres encuentros. Era
como si en cada esquina se hubiera plantado un Campus Fidei, acogiendo la
voluntad de Francisco: “Ser discípulo misionero significa saber reconocer que
somos el Campo de la fe de Dios”.
Bajo
un cielo azul y un domingo soleado, “la juventud del Papa” se puso de pie muy
temprano, tempranísimo. Los 13 palcos que hicieron parte del Vía Crucis sobre
la avenida Atlántico, ahora eran graderías VIP de carnaval, repletas de gente
que buscaba el mejor sitio para saludar a Francisco y tomar fotos en la que
sería su cuarta y última vez en Copacabana.
Junto
a una barda encontré a Paola Suárez, de la provincia de Santa Fe (Argentina). Esta
vez, ella y sus 21 compañeros no quería perder la oportunidad de tener a
Francisco cerca (el jueves pasado no había podido ingresar a la Catedral, donde
se encontró con los argentinos). Me dijo que “hagan lío significa no tener
miedo y seguir adelante con Cristo”. Adicionalmente me compartió que “el mayor
desafío de ‘la juventud del Papa’ es ir hacia los más necesitados, hacia los
pobres, y asumir con ellos su discipulado-misionero”. Los jóvenes abrirán
nuevas sendas, estoy seguro, y Francisco lo sabe: “La Iglesia necesita del
entusiasmo, la creatividad y la alegría que los caracteriza”.
Y
creo que no sólo ellos son la juventud del Papa. También se han revitalizado
los religiosos, las religiosas, los sacerdotes, los obispos y los cardenales
que estuvieron en Copacabana. Así me lo confesó Mons. Vicente Jiménez, obispo
de Santander (España), a quien encontré sonriente y jovial, posando con otros
obispos para una ‘foto de peregrino’. Él, que había hecho parte del grupo de
obispos y cardenales que ayer había practicado el Flash Mob para Francisco, en
pleno palco principal, me manifestó que había vivido estos días con una gran
emoción e intensidad: “en la JMJ de Río ha hablado más el corazón que la
cabeza, ha sido un nuevo Pentecostés eclesial”. También añadió que “las palabras
del Papa interpelan y son exigentes”. ¡Gozosa experiencia! la que también han vivido nuestros pastores.
La
misma corriente de vitalidad corre por las venas de doña Dulce Pinto, una carioca
de 77 años que estaba feliz con el carisma del Papa, porque “todas sus
manifestaciones son cercanas al pueblo”. Mirando hacia el mar de juventud de
Copacabana me dijo que ella también es una “guerrera del amor” y que se ha
contagiado con la alegría de la juventud.
A
su lado estaba Ximena Rojas, de 21 años, con un grupo de 20 jóvenes de Santiago
de Chile. “Francisco encantó a la juventud –me dijo– porque con su lenguaje
cercano nos llegó y nos permitió comprender lo que espera de nosotros sin que sintiéramos
que era algo impuesto. Ahora, sencillamente debemos dejar que su mensaje fluya.
En estos días mi fe se ha fortalecido y al regresar llevaré mi testimonio a
todos mis amigos. A veces estamos esperando que los demás cambien para poder cambiar
el mundo, pero el cambio comienza por uno mismo hoy. Nosotros somos el verdadero
‘campo de la fe’ como dijo el Papa”. Está convencida de que su experiencia no
terminará en Río. ¡A penas está comenzando!
El
mejor medio para evangelizar a los jóvenes es otro joven, lo dijo Francisco en su
homilía en la misa de clausura. “Esta es la juventud del Papa”, fue el grito
que más se escuchó.
Francisco nos abrazó con su
sonrisa, con su ternura, con sus palabras, con su cercanía a los más
necesitados. Nos vamos con los brazos abiertos, como el Redentor del Corcovado, a compartir lo que hemos
visto y oído. Creo que es lo menos que puede hacer un periodista peregrino al
regresar a casa.
Publicada en: http://www.vidanueva.es/2013/07/28/un-peregrino-en-la-jmj-la-juventud-del-papa/
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