CAMINO A RÍO
No
creo que haya una sala más lejana que la No. 52 en el nuevo aeropuerto. Para
llegar allá hay que recorrer prácticamente todo el terminal y, al final, bajar por
unas escaleras hasta la planta más baja, es decir, hasta las “catacumbas” del
aeropuerto.
Esa
fue mi primera imagen, al descender y encontrar reunido a un grupo de más o
menos 100 jóvenes portando camisetas y chaquetas coloridas. Unos de naranja – “el
color de la alegría”–, otros con el inconfundible logo de la JMJ Río 2013, y algunos
de azul. Confundidos en un mismo cuerpo, parecían estar celebrando la
eucaristía a la manera de los primeros cristianos, en las catatumbas. Este
centenar lo hacía “a cielo abierto”, bajo la gran mole del nuevo aeropuerto y sin
temor de ser vistos ni escuchados. ¡Son testigos del resucitado!
Con
curiosidad y total fascinación me acerqué. La mayoría de ellos estaban sentados
en el suelo y con seguridad nadie se percató de mi presencia. Estaban cantando,
guitarra en mano. O mejor dicho, “orando dos veces”, como diría San Agustín.
Una joven cantaba de rodillas, con los ojos cerrados y los brazos extendidos,
cual icono joven de la cidade
maravilhosa: el Cristo Redentor. Era
tal el ambiente místico, que me sentí profano con mi granizado de café,
bebiendo mientras que esos chicos tenían su corazón en Dios.
Luego
me enteré que la escena fue totalmente espontánea y súbita. Bastó con que un
cura joven invitara a una veintena de jóvenes de su parroquia a hacer un rato
de oración, para que todos los peregrinos que se encontraban en la sala 52
hicieran de aquel espacio un “templo vivo del Espíritu”. Mexicanos,
ecuatorianos, costarricenses y panameños. Cuatro naciones y una misma fe.
Pasó
el momento orante. Vinieron las fotos, el intercambio y las historias fluyeron.
Quién lo iba a imaginar, ¡la JMJ ya estaba comenzando!
Me
acerqué al grupo de jóvenes de Guayaquil (Ecuador) y me contaron que eran del
movimiento laical “lazos de amor mariano”. Los 17 llevaban en su pecho la
medalla milagrosa. La mayoría eran universitarios/as y no disimulaban su ilusión
por la JMJ y Francisco.
En
el bus que nos condujo al avión, supe que los chicos centroamericanos hacían
parte de la “juventud alfonsiana” que, además, participarían en un encuentro internacional
en Aparecida el día 22. En el avión, tuve como vecinos a dos fraternos
mexicanos anaranjados: Mariano y Kasandra. Me dijeron que eran lasallistas, del
Distrito de México Sur y en total son 19: 15 estudiantes, 2 hermanos de La
Salle y 2 profesores. Se prepararon para la JMJ con encuentros de oración, catequesis,
una misión juvenil de 10 días y, desde el punto de vista económico, con actividades
pro-JMJ: ventas de papas y rifa de Ipad, entre otros. Traen en su equipaje tres
sombreros “charros” para el compartir cultural que vivirán en su pre-jornada
internacional lasallista.
Así
fue, la JMJ Río ya estaba en, al menos en pequeñas dimensiones, en el vuelo 261
de Avianca. Aterrizamos en una mañana nublada a las 7:15 a.m. No hubo Corcovado
ni Pão de Açucar a la vista. Poco importó. ¡Aquí estamos 101 peregrinos listos
para vivir la JMJ con Francisco!
Publicado en: http://www.vidanueva.es/2013/07/22/un-peregrino-en-la-jmj-camino-a-rio/
Publicado en: http://www.vidanueva.es/2013/07/22/un-peregrino-en-la-jmj-camino-a-rio/
Increíble experiencia Óscar, gracias por compartirla. Mariano
ResponderEliminar