sábado, 18 de febrero de 2017

La Iglesia ante las masacres en las cárceles brasileñas

Las ‘venas abiertas’ de las cárceles brasileñas


La Iglesia clama por un sistema penitenciario justo, digno y humano

Ríos de sangre corren por las ‘venas abiertas’ de las cárceles brasileñas. Apenas despuntaba el nuevo año, cuando una ola de masacres al interior de varios centros de reclusión puso en evidencia la grave crisis del sistema penitenciario del país.

En el transcurso de las dos primeras semanas del año fueron asesinadas con sevicia 116 personas: 56 en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim, en Manaus (Amazonas); 33 en la Penitenciaría Agrícola de Monte Cristo, en Boa Vista (Roraima); y por lo menos 27 en la Penitenciaría Estadual de Alcaçuz, en Nísia Floresta (Rio Grande do Norte), donde otros nueve fueron gravemente heridos.

La hecatombe, de proporciones dantescas, salpicada por inhumanos actos de horror –con numerosas víctimas decapitadas y descuartizadas–, es el desenlace de una ‘tragedia anunciada’ en la cual convergen múltiples factores que han sido denunciados en varias oportunidades por diversos organismos sociales y eclesiales, entre los que sobresale la pastoral carcelaria, vinculada a la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, por sus siglas en portugués).

Las acciones de encarcelamiento masivo, las deficiencias del sistema de justicia criminal, el hacinamiento en los centros de reclusión –y sus pésimas condiciones de saneamiento y alimentación–, el lobby que promueve la privatización del sistema penitenciario, la carencia de políticas de reeducación y reinserción, y la violación sistemática de los derechos de los detenidos –que con frecuencia alcanza inusitados niveles de maltrato y de tortura–, son algunos de los ‘detonantes’ señalados por la pastoral carcelaria, que al mismo tiempo reflejan la compleja realidad de las cárceles brasileñas.

Este cuadro se torna aún más dramático, al considerar la sangrienta guerra que se ha desatado dentro de los presidios, entre las bandas criminales que rivalizan por el control de las rutas del narcotráfico –la paulista Primeiro Comando da Capital, por un lado, y la amazonense Família do Norte, por otro, aliada a la carioca Comando Vermelho–, con el riesgo que representa la potencial expansión del conflicto violento por fuera de las cárceles.

Una ‘bomba de tiempo’

“Hablar de cárcel significa hablar de una fábrica de tortura que produce violencia y monstruos, donde la barbarie es constante”, comenta el coordinador nacional de la pastoral carcelaria, el padre Valdir João Silveira, advirtiendo que lo que ha sucedido en Amazonas, Roraima y Rio Grande do Norte, también acontece en diferentes lugares de Brasil: “estamos ante una ‘bomba de tiempo’ que puede explotar en cualquier momento en todo el país”.

Ciertamente, la actual es la peor crisis registrada desde la nefasta masacre de Carandirú (Casa de Detención de São Paulo), ocurrida el 2 de octubre de 1992, que causó la muerte a 111 internos. 24 años después, la población carcelaria ha aumentado 575% y la problemática parece ser directamente proporcional.

Con más de 700.000 personas retenidas en 37 centros penitenciarios, Brasil posee la tercera mayor población carcelaria a nivel mundial –superada únicamente por Estados Unidos y Rusia–, con el agravante de que mientras los estadounidenses y los rusos lograron disminuir sus tasas de reclusión en 8% y 24%, respectivamente, entre 2008 y 2014, durante el mismo período el país suramericano las incrementó en 33%.

Padre Valdir João Silveira, pastoral carcelaria
Esta situación, ponderada por la pastoral carcelaria, permite inferir que “la sobrepoblación es la regla: celdas que fueron proyectadas para 12 personas albergan a más de 50, y aún hay casos peores”. De igual forma, “las atenciones en salud, educación y asistencia jurídica son muy precarias, no obstante que se encuentren contempladas en la Ley de Ejecución Penal”.

El caso de las mujeres presas es particularmente relevante si se tiene en cuenta que entre 2000 y 2014 el número aumentó 567% (el segmento masculino creció 220%) y el 90% son madres. Asimismo, la mayoría de los detenidos son pobres, jóvenes y afrobrasileños, poniendo en tela de juicio la ‘selectividad’ del sistema penal.

Por otra parte, 41% son ‘presos provisionales’ y cuando son juzgados, el 37% es inocente o ya ha pagado el tiempo de su condena. Además, según el padre Silveira, “la inmensa mayoría de las personas privadas de libertad son acusadas o judicialmente condenadas por crímenes que no representan violencia o una amenaza grave”, lo cual confirma la crítica que la pastoral carcelaria ha hecho con relación al hacinamiento: “no es fruto del déficit de cupos en el sistema, el enorme número de personas presas es claramente fruto de la selectividad penal y no de las ‘altas tasas de criminalidad’”.

En la opinión de la socióloga Julita Lemgruber, coordinadora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la Universidad Cândido Mendes, en Río de Janeiro, “en Brasil, los presos son tratados como animales peligrosos, y cuando las personas son tratadas de forma inhumana, reaccionan con extrema violencia”.

No-violencia

“No se puede responder a la violencia con más violencia”, ha dicho monseñor Sérgio Eduardo Castriani, arzobispo de Manaus, postulando la no-violencia para construir una cultura de paz, y afirmando que “la raíz del problema carcelario es la falta de políticas públicas”. De igual forma, “la tercerización también debilita el sistema, donde el recluso representa apenas un valor económico”. “Manifestamos nuestro repudio contra la mentalidad de aquellos que banalizan la vida, creyendo que la misma es descartable, donde se puede matar y practicar todo tipo de crimen y violencia contra los ciudadanos”, denunció el prelado.

La presidencia de la CNBB, por su parte, también ha manifestado su indignación ante la masacre de los presos y su solidaridad con los familiares de las víctimas, haciendo eco a las palabras del papa Francisco (ver recuadro) y exhortando “a las autoridades competentes la rigorosa apuración de esta tragedia, en su complejidad coyuntural y estructural, y, por encima de todo, la búsqueda de un sistema penitenciario más justo, digno y humano”.

La pastoral carcelaria en Brasil aboga por políticas públicas a favor de la reeducación, la reinserción social y el respeto por los derechos humanos. Menos cárceles y más justicia, educación y dignidad, es la apuesta de la Iglesia para curar las ‘venas abiertas’ del sistema penitenciario.

Francisco: dolor y preocupación

En la audiencia del 4 de enero, el papa Francisco expresó su “dolor y preocupación” por la masacre ocurrida en Manaus, reiterando su llamado “para que las cárceles sean lugares de reeducación y reinserción social y las condiciones de vida de los detenidos sean dignas de personas humanas”.

@OscarElizaldeP


Publicado en Revista Vida Nueva Colombia No. 162, pp. 48-49.
Fotos: Adital, Pastoral Carcelaria Brasil, Diario Las Américas, Infobae