La Universidad de La Salle y su opción por los jóvenes y por el desarrollo rural
Estudiantes de Utopía |
El sueño de Jáider Montenegro de estudiar ingeniería
agronómica comenzó a finales de 2012, cuando sor Elizabeth Martínez, en ese tiempo coordinadora de la Institución
Educativa Rafael Uribe Uribe, donde cursaba su último año de bachillerato en el
municipio de Uribe (Meta), le habló de Utopía, el campus de la Universidad de
La Salle ubicado a 12 kilómetros de Yopal (Casanare), que desde 2010 abrió sus
puertas a jóvenes campesinos asediados por la pobreza, la carencia de
oportunidades, la violencia y el rigor del conflicto armado del cual han sido
víctimas –al igual que sus familias– y con frecuencia “carne de cañón”.
Jáider participó
en el proceso de selección que realiza un equipo interdisciplinario de la
Universidad en las zonas rurales que han
padecido el rigor de la guerra colombiana. “Presenté un ensayo sobre el
post-conflicto en Colombia”, recuerda. A inicios de 2013 dejó su familia y su
parcela para integrarse a la 4ª cohorte del programa de ingeniería agronómica,
con otros 71 jóvenes de “la Colombia distante, profunda y olvidada”, dice,
evocando las palabras de su rector, el Hno. Carlos Gómez Restrepo, el principal gestor y realizador de Utopía.
“Las utopías
siempre son políticas porque impelen a la acción, a la transformación, al
compromiso, a buscar nuevas respuestas, y propenden por el bien común, la
superación de la violencia, y la felicidad ¡Cuánta utopía es necesaria en
Colombia en este momento de la historia!”, argumenta el Hno. Carlos cuando se
refiere al proyecto como una respuesta educativa a la situación de un país que
precisa ser reinventado desde sus entrañas rurales, sustrayéndole los hijos a
la guerra para asegurar la sustentabilidad de la paz en tiempos de post-conflicto.
Se trata, comenta el religioso, de “una apuesta por la transformación del
sector agropecuario del país, no solamente porque uno de sus componentes es el
programa de ingeniería agronómica, sino también porque entendemos que el sector
requiere mejorar urgentemente su productividad y su competitividad”. De este
modo, “Utopía es una oportunidad para invertir en la esperanza de un país en
paz, generador de riqueza y que está llamado a convertirse en una despensa de
alimentos para un mundo que muere de hambre”.
Incidencia nacional
Con tan solo cinco años de existencia, Utopía se consolida como una de las propuestas educativas más audaces para la transformación del sector agropecuario colombiano, con el protagonismo de jóvenes provenientes de zonas rurales afectadas por la violencia. Al llegar a la 6ª cohorte, el proyecto ha adquirido una importante incidencia nacional dado que sus 220 estudiantes proceden de 91 municipios de la mayor parte de los departamentos del país. “Entre mis compañeros, algunos son de la Mojana sucreña, el chocó paisa, La Hormiga (Putumayo), San Vicente del Caguán (Caquetá), La Gabarra (Norte de Santander), Vista Hermosa (Meta), Fortul (Arauca), Cimitarra (Santander), entre otras poblaciones”, comenta Jáider, quien también destaca que “al inicio, es complicado convivir en medio de tanta diversidad cultural, pero después vamos descubriendo que el trabajo en equipo es una oportunidad y una de las características del proyecto”.
En Utopía, en
efecto, convergen las realidades socio-culturales de las regiones rurales del
país –representadas en sus jóvenes– y sus búsquedas de sentido para superar los
contra-sentidos acumulados en su experiencia de vida. Por eso, Utopía es un
proyecto se construye entre todos, de la mañana a la noche, justamente en el
sentido que propuso el uruguayo Eduardo
Galeano cuando proclamó que “ella
está en el horizonte, me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez
pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré, ¿para qué sirve una utopía, entonces? Para eso sirve: para
caminar”.
La vida en el campus
A diferencia de otros programas académicos, los estudiantes de Utopía intensifican la vida en comunidad, el estudio y las prácticas que se asocian a su profesión. Con los primeros rayos del sol inician las labores en el campus, donde conviven las distintas cohortes, en un ambiente que, aunque académico, no se distancia de los contextos agrícolas en los que crecieron los “utopienses”.
A las 5:30 de
la mañana, vestidos de overoles y con equipos adecuados, se hacen cargo de las
hectáreas productivas que, simultáneamente, les permite llevar a la práctica
los contenidos aprendidos en el aula de clase y les proporciona el sustento
alimenticio de cada día. De acuerdo con su línea de profundización, algunos
trabajan en la producción de abono, mientras que otros supervisan los cultivos
de plátano, maracuyá, yuca, y otros más se ocupan del herbario y de diversos
proyectos tecnificados. Jáider, por ejemplo, destina una parte de su tiempo a
investigar la propagación del plátano in
vitro.
Desayunan a las
8 a.m. y las labores del día continúan entre horas de clases, tiempo para
labores personales y domésticas, de aseo y mantenimiento, trabajos en grupo,
más horas de práctica productiva, momentos de esparcimiento y tiempos de
estudio, lectura e investigación que algunos prolongan hasta las 11 de la
noche.
En su
infraestructura, el campus ha sido
pensado como un parque agrotecnológico, investigativo, educativo y social, dotado
de alojamientos para 400 personas, comedor, lavandería, aulas de clase, auditorio,
biblioteca, salas de cómputos y distintos laboratorios (ciencias básicas,
entomología, fitopatología, microbiología, suelos y aguas, georreferenciación,
agroindustria e idiomas), que junto a las áreas productivas constituyen un
predio de 20 hectáreas. A la Universidad le ha significado una inversión
inicial de 26 millones de dólares de 33 que se han proyectado para llevar a
cabo el proyecto en su totalidad. Buena parte su sostenibilidad se ha venido
gestando mediante donaciones y un plan de becas para los estudiantes, quienes
únicamente pagan un salario mínimo cada cuatrimestre.
El éxito del
programa es un compendio de elementos referidos a su original propuesta
formativa, con un sólido componente axiológico, distribuida en 12
cuatrimestres, así como al acompañamiento de una comunidad de hermanos
lasallistas y de un cualificado grupo de docentes, y a la pertinencia de su
metodología de “aprender haciendo” y “enseñar demostrando”. Adicionalmente,
para graduarse cada estudiante debe implementar un proyecto productivo en su
lugar de origen, con lo cual se quiere que, efectivamente, Utopía contribuya al
desarrollo agrícola del país.
Utopía es, si se quiere, un “laboratorio de paz”, un
espacio de formación para jóvenes campesinos líderes, emprendedores, que apuestan
por la reconciliación, la ciencia y el desarrollo de sus regiones. Quiere ser
promesa y esperanza, “un preludio del país que merecemos y soñamos”, como dice
el Hno. Carlos, que no se construye solamente desde las mesas de negociaciones,
sino que también requieren un “polo tierra” con la Colombia agrícola. Ya se han
graduado las primeras cohortes, Jáider lo hará este año y está convencido de
que “ser del campo es una ventaja para cualquier ingeniero agrónomo”.
Publicado en: Vida Nueva Colombia No. 138
Fotos: Universidad de La Salle