jueves, 30 de junio de 2016

Testigos de la misericordia

Los religiosos de Colombia renuevan su compromiso con la paz


La CRC cree en el diálogo y en la justicia, precedidas de consciencia y memoria

Como testigos de la misericordia que experimentan en su vocación y en su misión al servicio de la Iglesia y de la sociedad, los superiores mayores que participaron en la LV Asamblea General Electiva de la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC) reafirmaron su fe en el diálogo, el encuentro, el amor y el acompañamiento como pedagogía para allanar los caminos de la paz.

Comprometidos con la justicia y la reconciliación, sin desconocer las polarizaciones, el escepticismo y la desesperanza que se respira en algunos sectores de la sociedad, los consagrados aseguraron que “el diálogo transparente, respetuoso, bien intencionado, lúcido y autocrítico, nos conducirá a construir entre todos un horizonte que muy seguramente, con la sumatoria de fuerzas y posiciones nos conducirá a la paz”.
Junta Directiva de la Conferencia de Religiosos de Colombia 2016-2019

Así lo expresaron en el mensaje final que suscribieron el 1º de mayo, al concluir la Asamblea que eligió a la hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, ODN, como nueva presidenta de la CRC, y a la junta directiva que animará a la vida consagrada colombiana durante el trienio 2016-2019 (ver recuadro abajo).

Paz justa

La coherencia con los valores del Evangelio, por una parte, y la fidelidad a las causas de los pobres, de la justicia y del perdón, por otra, se postulan como ‘vigas de amarre’ para sostener el compromiso de los religiosos con una “paz justa” –en contraposición a la teoría de la “guerra justa”– que valorice “la palabra sencilla y profética que se pronuncia en las orillas de la historia y de la geografía de nuestro país y que se fortalece para enfrentar la minería ilegal, la inequidad, el atropello a toda forma de vida…”. “Queremos hacerlo junto a los laicos, y a otras personas e instituciones que trabajamos para que en Colombia haya cambios estructurales”, comenta la hermana Gloria Liliana, resaltando que “para ello se hace necesario seguir afianzando nuestra presencia en los escenarios donde se construye la paz, a partir de nuestras plataformas educativas”.

Para la CRC, el sueño de la paz no puede ser ajeno a la verdad, la reparación y la reconciliación que apelan a la consciencia y a la memoria: “La consciencia como la posibilidad de contemplar los datos y los hechos de la historia con realismo, sin negaciones ni escapismos, sintiéndonos protagonistas y no meros espectadores pasivos. La memoria, como el recurso que nos mantiene en estado de alerta y hace posible conservar el vínculo con el origen, con el ancestro, con el amor primero, con la verdad primigenia y, por qué no, con el dolor imborrable, con la escena que marcó la existencia y cambió la ruta”.

No se puede vivir sin raíces, es preciso recuperar la dignidad si se aspira a una paz duradera. En este sentido, la vida consagrada sosiene que “la consciencia es indispensable para la compasión y la memoria, requisito para el perdón y la reparación”.

Testigos de la misericordia, dispuestos a salir para acoger y cuidar la vida, los religiosos están convencidos de que “otro mundo, otras estructuras y otra forma de mirar la vida y la persona, son posibles y hacia allá estamos dispuestos a enfilar nuestras energías, a la manera de Jesús”.


Nuevas directivas

La junta directiva de la CRC (2016-2019) quedó conformada por tres religiosas (Gloria Liliana Franco, ODN, presidenta; Beatriz Elena Herrera, SSC, 2ª vocal; y Marta Escobar Mejía, CM, secretaría general), tres religiosos sacerdotes (José Orlando Escobar, CM, 1er vicepresidente; Carlos Eduardo Correa, SJ, 1er vocal; y Said León Amaya, OP, 3er vocal) y un religioso hermano (César Augusto Rojas, FMS, 2º vicepresidente).

@OscarElizaldeP
Publicado en Vida Nueva Colombia No. 147
Fotos: CRC

lunes, 27 de junio de 2016

Misericordia y paz

LA VIDA RELIGIOSA COLOMBIANA ABRAZA LA PAZ


“La vida religiosa es una semilla de esperanza para este país”

“Mujer y discípula”, así se define Gloria Liliana Franco Echeverri. Como religiosa de la Orden de la Compañía de María cree en el valor de la mujer y su dignidad, en el poder transformador de la educación, y le apuesta a la juventud y a los más frágiles de la sociedad. También está convencida del inconmensurable valor de la ternura, de la misericordia, y de “la palabra que hace posible el vínculo”.

Desde hace dos años es la superiora de la Provincia Pacífico de su congregación. Como nueva presidenta de la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC) para el período 2016-2019, comparte con Vida Nueva sus perspectivas sobre el rol de la vida religiosa en la actual coyuntura socio-política y a la luz del año de la misericordia.

¿Cómo acontece la misericordia en la vida religiosa?

La misericordia es la experiencia de sentirnos amados por un Dios que nos da la posibilidad de recrearnos todos los días. Así es el amor de Dios, un acto creador, una continua creación del ser, del estar, del relacionarnos, siempre gratuito y generoso.

Liliana Franco Echeverri, ODN, presidenta de la CRC
¿Recuerda alguna experiencia “fundante” de la misericordia de Dios en su vida?

Existencialmente tuve una experiencia muy significativa, como misionera en Perú. Era muy joven, creo que tenía 30 años, estaba en un momento muy pleno de la vida, y tuve una enfermedad que me llevó a regresar a Colombia para empezar muchísimos tratamientos. En mi vida, la fragilidad física ha sido una constante. Y es allí, en la vulnerabilidad, donde Dios sale al encuentro, como un milagro de gratuidad, donde todo es posibilidad, que me permite reconocer que la misericordia está ligada al otro que es el rostro de Dios, que llega como ‘buena noticia’ a la vida, que se acerca para sorprender, que se aproxima para cuestionar.

También la misericordia está referida a la comunión en la diferencia, y creo que la verdadera experiencia de la misericordia pasa por el ejercicio de la comunión, de reconocer en el otro un interlocutor distinto pero creíble, una semilla de Dios, de posibilidad, porque todo encuentro es gracia.

¿Cómo se sitúa la vida religiosa colombiana, en el contexto del año de la misericordia, frente a los caminos que se están transitando para alcanzar la paz?

Cuando contemplo la vida religiosa colombiana siento que me encuentro ante una semilla de esperanza para este país. En mi paso por las regiones –y con esta misión que tengo– me encuentro con hombres y mujeres que están siendo instrumentos de misericordia, que le apuestan a los proyectos macro, gestionando grandes cosas, pero también estoy convencida de que hay cientos de religiosos elogiando la cotidianidad con su estilo misericordioso. Hay muchos que en este momento se están jugando la vida por la mujer y el hombre concreto, en un cruzar de empatías que a lo mejor son pequeñas y cotidianas, pero que a mi modo de ver son un canto a la misericordia, son la plenitud de la vocación de la vida consagrada, porque para mí la misericordia es el ejercicio del amor, es el amor en su máxima expresión, y por eso está ligada también al perdón, que es como su apellido. En lo concreto, la misericordia está en la caricia que está dando una religiosa en los Llanos Orientales para consolar, o en la vida que está arriesgando otra en la Guajira para que no le roben a los niños los alimentos a los que tienen derecho. En fin, me parece que lo específico de la vida religiosa es ser el rostro misericordioso de Dios en la actual coyuntura del país.

Con relación a la mesa de diálogos y al proceso de paz ¿de qué lado está la vida religiosa?

Nos corresponde hacer de puente. No podemos contribuir a la polarización. Estamos del lado de los que unen, de los que tejen, de los que proponen, de los que construyen, de los que se la juegan por un país distinto, en paz, pero no una paz ingenua, porque la paz tiene que ser fruto de la justicia y de unas condiciones en las que se cuestiona el pecado estructural y las situaciones que generan pobreza, exclusión e inequidad. Ante esto nos corresponde ser voz profética, voz que denuncia, porque los religiosos estamos precisamente ahí, en la orilla, en el rinconcito del país donde la voz del pueblo, de las víctimas y de los más vulnerable no es escuchada. Por eso los religiosos tenemos la responsabilidad de ser una voz significativa en el país, una voz que confronte, pero también una voz que anime, que aliente, que una. Creo que por ahí tenemos un camino muy grande. Tenemos que ser el rostro de la misericordia y ser la voz que haga posible escuchar el clamor de los más frágiles, en estos momentos cuando el país necesita paz, perdón, pero también precisa de unas estructuras de responsabilidad social que hagan posible la vida, la vida digna para todos y no solo para algunos.

Frente a esta tarea, ¿qué lugar ocupa la educación?

Gabriel García Márquez decía: “creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y la educación será su órgano maestro”. La plataforma educativa es muy poderosa, porque es allí donde se gesta la transformación social, y gran parte de los procesos educativos, tanto formales como populares, están en manos de los religiosos. Entonces sentimos que esas plataformas educativas deben estar al servicio de la paz. Para ello, habrá que diseñar las estrategias y las pedagogías que lo hagan posible. ¿A qué pedagogía de la paz le vamos a apostar? La cátedra de la paz que propone el gobierno está bien, pero tenemos que ir más allá. Esta reflexión tenemos que hacerla como Iglesia y como vida religiosa. Debemos dinamizar nuestra misión, a favor de la paz, para tener una posición activa y significativa de cara al post-acuerdo.



Publicado en Vida Nueva Colombia No. 147
Fotos: Liliana  Franco Echeverri, ODM

miércoles, 22 de junio de 2016

En el primer aniversario de Laudato Si'

 Movimientos populares proponen “un nuevo Brasil”    


Aproximadamente 300 representantes entre pueblos indígenas, quilombolas, pescadores, comunidades tradicionales y trabajadores –tanto del campo como de la ciudad– se dieron cita, a principios de junio (del 1º al 4), en Mariana (Minas Gerais), para participar en el Encuentro Brasileño de Movimientos Populares en diálogo con el Papa, con el trasfondo de la crisis ambiental.

La elección de Mariana como sede de esta reunión nacional y de Minas Gerais como anfitrión del III Encuentro Mundial que se desarrollará en octubre de 2017 –en continuidad con los de Roma (2014) y Santa Cruz de la Sierra (2015)–, constituye, de hecho, un gesto inédito de solidaridad “con las familias afectadas por el mayor crimen socio-ambiental provocado en 2015 por la minería en Brasil”.

Con un tono profético, la carta suscrita por los movimientos populares y las pastorales sociales denuncia el extractivismo en estos territorios, en detrimento del medio ambiente:  “el crimen de la cuenca del río Doce, provocado por la Vale y BHP Billiton, por medio de Samarco, con la connivencia del Estado, es uno de los ejemplos más terribles”.

“Ante este cuadro desolador, es extremadamente gratificante experimentar la solidaridad de quienes han venido de tantas partes de Brasil”, agradeció el arzobispo de Mariana, Geraldo Lyrio Rocha, al tiempo que hizo explícita su solicitud de apoyo para que los derechos de las víctimas sean respetados, su dignidad sea reconocida, sus bienes sean resarcidos y su protagonismo sea considerado en la búsqueda de soluciones que respondan a sus legítimos intereses: “ayúdenos a salvar el río Doce (…), ayúdenos para que continuemos en la lucha y no nos desanimemos ante los obstáculos y la prepotencia”, clamó el prelado.

Otro asunto debatido ha sido la actual coyuntura del país, ante la cual “el encuentro brasileño emerge como una luz” que se opone a las privatizaciones propuestas por el gobierno interino de Michel Temer y plantea, en su lugar, “el fortalecimiento de la alianza de las clases populares” para resistir a las fuerzas del neoliberalismo, de la fragmentación e incluso de la criminalización de los movimientos sociales, que “ejercen violencias contra pobres, negros, mujeres, jóvenes, y LGBT”, amenazando, a su vez, los derechos de los trabajadores.

Convencidos de que “en Brasil la democracia siempre fue el resultado de la organización y de la lucha del pueblo”, los movimientos populares han asumido el desafío de “construir un nuevo proyecto de país, que además de garantizar tierra, techo y trabajo para todos y todas, con justicia social, esté en sintonía con la Madre Tierra”. De este modo, en diálogo con el papa Francisco y en sintonía con Laudato Si’, se reafirmó que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social; más bien hay una única y compleja crisis socio-ambiental. La solución requiere un abordaje integral para combatir la pobreza, devolver la dignidad a los excluidos y, simultáneamente, cuidar la naturaleza”.

También el cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, manifestó a través de una misiva enviada desde Roma su apoyo a la causa de la democracia participativa: “Sé que están viviendo un momento crítico en su país. Me viene a la mente una palabra fundamental: democracia. Vale la pena luchar, de forma pacífica y tenaz, por una democracia plena y participativa”. Asimismo, el cardenal ganhés se mostró favorable a que “las tres ‘T’ –tierra, techo y trabajo– sean respetadas en toda la creación porque son, como señala el papa Francisco, derechos sagrados”.

Padre Maurício Jardim, director de las OMP de Brasil
Por otra parte, Maurício Jardim, presbítero y director de las Obras Misionales Pontificias de Brasil, ha destacado que “nuestro método es el diálogo, en eso siempre ha insistido el Papa. El diálogo es muy importante en el escenario que estamos viviendo en Brasil”. En declaraciones a Vida Nueva, sostiene que “como cristianos no podemos dejar que las cosas sucedan sin buscar auténticos espacios de diálogo con la sociedad, la cultura, la política y los movimientos”. Este ejercicio implica la superación de estigmas y la apertura a la alteridad, porque “en el diálogo el pueblo brasileño encontrará caminos, propuestas y soluciones, y es aquí donde el protagonismo de los laicos cobra una particular relevancia, tanto en la misión evangelizadora de la Iglesia como al interior de la sociedad”, concluye Jardim.

Justamente, Cristianos laicos y laicas en la Iglesia y en la sociedad, es el título del documento (ver recuadro) que la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) acaba de publicar, fruto de su 54ª Asamblea General.

Sal y luz en la Iglesia y en la sociedad

La participación de los laicos en ámbitos eclesiales y sociales es el tema del último documento publicado por el episcopado brasileño, que invita a los bautizados y a los confirmados a “asumir la responsabilidad de ser sujetos: ¡sal y luz!”, como refiere el secretario general de la CNBB, Leonardo Ulrich Steiner.

El texto, dividido en tres partes, asume implícitamente el método ver-juzgar-actuar, al presentar las esperanzas y las angustias de los laicos en el contexto de la globalización, la identidad y vocación del cristiano laico –discípulo misionero y ciudadano del mundo– y, finalmente, su acción transformadora tanto en la Iglesia como en la sociedad.

Entre los areópagos modernos que reclaman el protagonismo de los bautizados, Cristianos laicos y laicas en la Iglesia y en la sociedad prioriza la familia, el mundo de la política, de las políticas públicas, del trabajo, de la cultura y la educación, de las comunicaciones y del cuidado con nuestra casa común.


Publicado en Vida Nueva España No. 2.933 (http://www.vidanueva.es/2016/06/17/las-comunidades-populares-proponen-un-nuevo-brasil-aniversario-laudato-si/)
Fotos: Vida Nueva España, Paulinas Brasil, Lydiane Ponciato, Archivo particular.