viernes, 25 de diciembre de 2015

Teología y pastoral con identidad andina

La Iglesia del sur andino reivindica el papel de las culturas ancestrales    


“El valle de la fertilidad”, como es conocido actualmente el espacio sagrado de los Incas, a orillas del lago Titicaca en Chucuito, epicentro de milenarias tradiciones ancestrales de la cultura Tiwanaku, también es testigo del caminar teológico y pastoral de la Iglesia en el sur andino, cuyos procesos de reflexión teológica y de acción pastoral “han estado vinculados a la ancestralidad andina que se resistió a morir”, como afirma Sofía Chipana Quispe, religiosa y teóloga indígena, quien participó en el 25º Encuentro de Teología y Pastoral Andina. “Estamos haciendo camino, fortalecidos con la profundidad de nuestras ritualidades en relación a la Pachamama, a fin de que la vida siga germinando en nuestros pueblos”.

Al hacer memoria de los orígenes de los Encuentros, Narciso Valencia Parisaca, sacerdote indígena de la prelatura de Juli, recuerda que la propuesta nació como “una experiencia de fe guiada por el Espíritu de Dios y enmarcada por el ‘ven y verás’, como una forma de encontrar a Jesús vivo y resucitado en medio de la vida, la historia, las manifestaciones culturales y la experiencia religiosa de un pueblo despojado, empobrecido y peyorativamente denominado indio”.

Ante las realidades de exclusión, maltrato, intimidación y desconocimiento que afronta la población indígena de esta región, “la Iglesia en el sur andino ha asumido la responsabilidad de escuchar sus clamores y acompañar sus proyectos de vida, que subyacen en sus ricas expresiones religiosas y culturales, y cobran vida particularmente en sus ritos y símbolos, lenguajes donde se nos comunica cómo este pueblo ha experimentado y experimenta a Dios en su historia”, acrecienta el sacerdote aymara, quien también ha comprobado en su propio itinerario vocacional las bondades de un proyecto eclesial que privilegia la inculturación respetuosa del Evangelio, en diálogo con la historia y las culturas de los pueblos originarios.

Diálogo y profecía

Desde la década de los 90, la Iglesia en el sur andino ha dado vida a un proceso dialéctico y profético que reivindica el papel de las culturas ancestrales como depositarias de una singular experiencia de Dios, arraigada en la vida de la comunidad y estrechamente vinculada a la Madre Tierra.

El camino recorrido ha posibilitado nuevas formas de “hacer teologías en la frontera de cambio en el mundo andino”, como se afirmó durante el último Encuentro, en Chucuito, entre el 31 de agosto y el 4 de septiembre de 2015, donde participaron delegados de los pueblos Aymaras, Quechuas y Qollas procedentes de Argentina, Bolivia y Perú.

Propiamente, la ruptura de algunos símbolos de opresión –el silencio, la clandestinidad y el cautiverio– han dado lugar a nuevas experiencias con profundo sentido pascual –la palabra, la luz y la libertad–. Así lo plantea el padre Narciso cuando explica que la profundización de la Palabra de Dios ha propiciado una relectura de la historia, de la experiencia religiosa y de las expresiones culturales, de tal forma que “500 años después, nuestros pueblos rompen su silencio: no sólo intentan relatarnos el holocausto vivido durante todo ese tiempo, sino que vuelven a comunicarnos su experiencia milenaria del Dios de la vida, a partir de sus propias expresiones religiosas, que por mucho tiempo han permanecido en la clandestinidad. Su religión y su cultura no se destruyeron sino que se transformaron para comunicar vida a otros pueblos”.

Redescubrir la memoria, la sabiduría y la experiencia de Dios en los pueblos originarios andinos, a través de tradiciones, narrativas, cánticos, ritos y fiestas, es ciertamente una manera de pasar de la clandestinidad al protagonismo o, si se quiere, de la satanización de las prácticas religiosas indígenas al reconocimiento de que “la semilla del Verbo” también ha estado presente en sus manifestaciones de fe que atraviesan toda su cultura.

Por su parte, Sofía subraya que “fue el reconocimiento de una original apropiación del cristianismo lo que nos llevó a un modo propio de vivir la fe, aunque muchos consideren que es preciso cristianizarnos para que salgamos de nuestros paganismos”. De ahí que al ritmo de los Encuentros de Teología y Pastoral Andina, se haya decantado la necesidad de transitar del cautiverio –muchas veces revestido de formas violentas– hacia emancipación de la experiencia de fe, “en la libertad de los hijos de Dios”, de modo que se afiance también “el sentido de una Divinidad protectora, defensora y liberadora”.
  

Cultura amenazada

Ante la amenaza de un sistema económico que avasalla los diversos ámbitos de las culturas ancestrales, como si se tratara de una nueva colonización que “en nombre de la globalización impone una cultura hegemónica y dominante”, los pueblos andinos también han expresado su palabra crítica, en sentido propositivo y contracultural (ver recuadro abajo).

Ciertamente, la reflexión teológica y la acción pastoral de la Iglesia en el sur andino ha propiciado nuevas comprensiones sobre el sentido del quehacer teológico de cara a la realidad. “Hemos llegado a comprender que nuestra teología es una teología de la vida y para la vida, más allá de los libros; teología del camino que nos pone en la búsqueda de las/os otras/os para encontrar allí a Dios; teología del encuentro y del abrazo de Dios y con Dios en la comunidad; que escucha y se hace eco de la ‘voz de la tierra’, del sabor de la papa y del maíz, del amor a los animales y el respeto a los demás bienes de la tierra, como los cerros y los ríos. Teología que refuerza las identidades de los pueblos y nos reconstruye como humanos, hijas e hijos de la tierra”.

Narciso Valencia, sacerdote indígena.
El camino trazado por esta porción de Iglesia que se arraiga desde la identidad de los pueblos indígenas andinos, bien podría servir de referente para que “la alegría del Evangelio” sea posible en los diversos contextos donde la vida clama. “Nuestros pueblos indígenas desde siempre han vivido con naturalidad el ecumenismo y la inter-religiosidad que busca sumar las intuiciones y acciones que impulsan la vida en vez de dividir e imponer verdades doctrinales”, afirmaron los participantes del 25º Encuentro de Teología y Pastoral Andina.

“Nuestra teología es de ofrenda y no de petición”, concluye el padre Narciso, “nosotros [los pueblos indígenas] no acudimos a Dios para pedirle que resuelva nuestros problemas, sino para refrendar nuestro compromiso de actuar con Él, en corresponsabilidad, a favor del mundo y por el pueblo, diciéndole que aquí estamos para hacer contigo la renovación del mundo, de su armonía perdida en la enfermedad, en el desorden creado, y en la división provocada por intereses egoístas”.

La palabra de los pueblos andinos

El 25º Encuentro de Teología y Pastoral Andina denunció las pretenciones “colonizadoras” de una cultura hegemónica y dominante “que explota, oprime, reprime y violenta a todos los seres vivientes de la tierra”. Ante esto, los pueblos expresaron su palabra, a modo de manifiesto:

-      Reafirmamos nuestra convicción profunda en los Derechos Humanos y los derechos de la Madre Tierra, Pachamama, realidad viviente que reclama cuidado (cf. Laudato Si’), respeto, colaboración y cariño.
-       Transmitir nuestra experiencia religiosa, contagiando y revalorizando la cultura andina en los jóvenes, sensibilizando a través de voluntariados, partiendo de aspectos más humanos-culturales para luego introducirlos en la fe.
-       Recuperar, preservar, consumir y garantizar alimentos orgánicos que sean saludables.
-       Generar conciencia crítica, especialmente con relación al consumismo.
-   Continuar en la búsqueda común de proyectos acordes con la economía solidaria andina, realizando las prácticas culturales que expresan nuestra profunda espiritualidad que favorece la vida.
-   Reconocer a Dios también en experiencias fuera de la Iglesia institucional. Esto implica: fortalecer la diversidad y no buscar la uniformidad, consolidar el sentir a Dios en comunidad, buscar aspectos en común y no las diferencias, defender y promover la vida, entablar un diálogo ecuménico con quienes impulsan la vida.



@OscarElizaldePrada

Publicado en Vida Nueva Colombia No. 133
Fotos: P. Narciso Valencia

domingo, 13 de diciembre de 2015

Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres

Teología latinoamericana: 

¡Soplan nuevos vientos!


Casi trescientos teólogos, teólogas, agentes de pastoral, intelectuales y profesionales católicos de América Latina, se reunieron en Brasil, durante la última semana de octubre (del 26 al 30) para pensar y proyectar “una Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres”. ¡Nuevos vientos soplan en la teología latinoamericana!



Los "históricos" de la Teología Latinoamericana
Como una “foto de familia” quedó registrado el re-encuentro de más de una treintena de patriarcas y matriarcas de la teología de la liberación en Belo Horizonte, la capital del estado brasilero de Minas Gerais, con motivo del II Congreso Continental de Teología promovido por Amerindia Continental (ver recuadro 1), con el apoyo y la participación de 24 instituciones y organizaciones eclesiales.


En la foto de los “históricos” se distingue a Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Víctor Codina, Margot Bremer, Marcelo Barros, Pedro Trigo, José Oscar Beozzo, Carlos Mesters, Pablo Richard, Paulo Suess, Diego Irarrázaval, Pablo Bonavía, Juan Hernández Pico, Eduardo de la Serna, Pedro Ribeiro de Oliveira, Eduardo Hoornaert…En la imagen también se alcanza a leer el título del Congreso: “Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres”.

Otros “veteranos” que no aparecen en el registro gráfico también participaron en el Congreso. Entre ellos, dos obispos insignia de la pastoral social: Demétrio Valentini, emérito de Jales (Brasil), y Álvaro Ramazzini, de Huehuetenango (Guatemala).

Acto seguido, en el mismo escenario, un nutrido grupo de teólogos y teólogas jóvenes, de diversas nacionalidades, fueron retratados con el trasfondo del logotipo del Congreso que evoca la diversidad étnica y cultural de “la Iglesia de a pie”, que peregrina animada por el mismo Espíritu que guió a los padres Conciliares, hace 50 años, en el Vaticano II, y a los obispos de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, en 1968, donde se fraguó una nueva forma de ser y de hacer Iglesia en América Latina, desde la opción por los pobres.

Los "jóvenes" teólogos de la teología latinoamericana
Comparativamente, ambas fotos–la de los “históricos” y la de los “jóvenes” teólogos–posibilitan algunas observaciones preliminares, además de la evidente distancia generacional. En la primera la mayoría son hombres, en la segunda hay una mayor presencia femenina. Buena parte de los “históricos” son clérigos y religiosos/as, en cambio, los teólogos y las teólogas jóvenes son predominantemente laicos y laicas. De igual forma, en contraste con el primer retrato, donde resulta relativamente fácil distinguir a las “grandes estrellas” de la teología de la liberación, en el segundo un espectador convencional difícilmente podría reconocer a los “pequeños luceros” que prometen ser el relevo de los mayores –muchos de ellos octogenarios–, herederos de una tradición teológica latinoamericana que se identifica con la Iglesia de los pobres, desde los pobres y para los pobres.

¿Una nueva generación?

Como si se tratara de un “álbum inter-generacional” más que de una única “foto de familia”, la escena bien podría ser una expresión gráfica de los vientos frescos que soplan para la teología latinoamericana. ¿Una nueva generación de teólogos y teólogas de la liberación está emergiendo? Puede ser. “De ustedes depende, según lo que hagan” sentenció sabiamente Gustavo Gutiérrez, al agradecer la carta-homenaje que le hicieron los y las jóvenes teólogos/as durante el Congreso. Y añadió, con el cariño paternal de un abuelo, que “no basta ser joven para ser una promesa”.

Con todo, se constata que un cierto aire de “primavera eclesial” está oxigenando el proyecto de una teología que nació en el revés de la historia, entre pobrezas y marginaciones, allí donde se cuecen las resistencias de hombres y mujeres violentados por un sistema excluyente y opresor: indígenas, afrodescendientes, campesinos, mujeres, jóvenes, niños, migrantes, algunos incluso víctimas de la Trata de personas… Ellos y ellas, “rostros” contemporáneos del Crucificado, junto con los mártires del continente latinoamericano y la Pacha Mama (Madre Tierra) asediada y amenazada, fueron evocados durante las celebraciones litúrgicas que impregnaron los contenidos de las conferencias, los paneles, los talleres y las comunicaciones científicas del Congreso, con la ráfaga de un nuevo Pentecostés teológico que es fruto, también, de la dinámica de la reforma eclesial que lidera Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano.

I Congreso Continental de Teología (2012)
A diferencia del primer Congreso Continental de Teología, que tuvo lugar en 2012 en São Leopoldo (Brasil), en medio de tensiones y ambientes adversos, el clima eclesial del segundo Congreso, al tenor de las opciones, los gestos y las enseñanzas del papa Francisco, representa una inusitada oportunidad o un “hito eclesial”, si se quiere, en la actual coyuntura que atraviesa la Iglesia, en la que se presagia la posibilidad de un “nuevo aire” para una teología descentralizada, no autorreferencial y sí en diálogo con las acuciantes realidades de los últimos, los “más pequeños”, los que experimentan mayor vulnerabilidad, incluyendo, claro está, el cuidado de la “casa común” (cf. Laudato Si’).

Reforma eclesial y liberadora

Ya el Congreso de São Leopoldo, celebrado con motivo de los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II y los 40 de la publicación del libro Teología de la liberación, perspectivas, de Gutiérrez, había logrado “avivar la llama de una teología que quiere ser fuego que encienda otros fuegos en la Iglesia y en la sociedad”. Tres años después, esta vez coincidiendo con el 50º aniversario de la clausura del Vaticano II, el Congreso de Belo Horizonte asumió la invitación del Papa en su encíclica programática Evangelii Gaudium de “entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma (EG, No. 30), que apunte a desentrañar, anunciar y secundar la presencia liberadora del Reino de Dios en el seno de la historia antes que a la pura autopreservación institucional”, como señaló en la presentación y encuadre del Congreso la religiosa mexicana Socorro Martínez Maqueo, coordinadora de Amerindia Continental.

Más aún, el teólogo uruguayo Pablo Bonavía, sacerdote y responsable del observatorio eclesial de Amerindia Continental, destacó que la perspectiva desde la cual se gestó y concibió el Congreso responde al perenne imperativo de la reforma eclesial(ecclesia semper reformanda) que “lejos de todo narcisismo, promueve la participación en la urgente gestación de un paradigma civilizatorio alternativo en el que no afirmemos lo propio por destrucción de lo diferente, vivamos la alteridad como mediación de la propia identidad y cuidemos de nuestra casa común”.

Socorro Martínez, coordinadora de Amerindia Continental
De ahí que el principal propósito del Congreso haya sido “reunir a teólogos y teólogas del Continente para discernir desde la Palabra de Dios la presencia del Espíritu Santo al interior de las prácticas de solidaridad con los excluidos, como raíz de una nueva manera de ser comunidad cristiana y de la necesaria reforma que la Iglesia está desafiada a realizar hoy”.

Respondieron a la convocatoria 292 personas, laicos y laicas la mayoría, provenientes de 23 países de América y de Europa. Durante cinco días (del 26 al 30 de octubre de 2015), en la casa de retiros San José y en las instalaciones del Instituto Santo Tomás de Aquino, en Belo Horizonte, siguiendo el método ver-juzgar-actuar –que ha caracterizado a la Iglesia latinoamericana y caribeña–, se reflexionó sobre las interpelaciones del Espíritu en la actual coyuntura socio-eclesial (ver), las líneas centrales de la neumatología desde América Latina (juzgar), y los caminos a recorrer en el proceso de reforma eclesial (actuar).

Trípode temático

A la luz de estas grandes cuestiones, que bien reflejan el trípode temático propuesto para el Congreso a partir de las categorías Pueblo de Dios, neumatología y reforma de la Iglesia, se desarrollaron diez conferencias y cuatro paneles: El factor religioso en el contexto de la conflictividad global (Leonardo Boff, de Brasil); Los procesos culturales, políticos, económicos y ecológicos en el contexto de un modelo civilizatorio mundial (Juan Luis Hernández, de México); Los desafíos y las oportunidades de la coyuntura eclesial global y continental (Cecilia Tovar, de Perú); Las experiencias del Espíritu en algunos sujetos significativos de América Latina y el Caribe (Etel Nina Cáceres, de Perú, y Vicenta Mamani, de Bolivia); El Espíritu y la autoridad de los mártires (Juan Hernández Pico, de El Salvador); La multiforme experiencia del Espíritu en el contexto social, cultural y eclesial latinoamericano (Marcelo Barros, de Brasil); La experiencia del Espíritu en la Biblia (Solange do Carmo, Carlos Mesters, Francisco Orofino, de Brasil, y Eduardo de la Serna, de Argentina); Una neumatología a partir de la experiencia de América Latina y el Caribe (Víctor Codina, de Bolivia); El Espíritu y la autoridad de los pobres (Gustavo Gutiérrez, de Perú); Modelos de Iglesia en el hoy de América Latina (José Oscar Beozzo, de Brasil); La reforma eclesial a partir de la acción del Espíritu en el corazón de todos los pueblos (Carlos Schickendantz, de Chile); Luces para la reforma de la Iglesia en un mundo conflictivo, pluralista y desigual (monseñor Álvaro Ramazzini, de Guatemala, y Virginia Azcuy, de Argentina); La urgencia de lo escencial (Pedro Trigo, de Venezuela); y Los frutos que el Espíritu nos ofrece hoy (Juan Luis Hernández, Juan Hernández Pico e Isabel Corpas, de Colombia).

Leonardo Boff, teólogo brasilero
La conferencia inaugural de Boff generó una particular expectativa. “Detrás de los grandes conflictos hay motivos políticos y religiosos”, afirmó el teólogo brasilero, de ahí que “en momentos de crisis de las civilizaciones, las religiones juegan un papel importante”. Ante la amenaza que representan los fundamentalismos–la “enfermedad de las religiones”– y el terrorismo, en su propósito de “ocupar las mentes de las personas” y alimentar el miedo en la sociedad, insistió en el papel fundamental que cumplen las religiones, dado que comparten con la tecno-ciencia un inusitado liderazgo capaz de movilizar a los hombres y a las mujeres de este tiempo. Por eso, “descubrir el capital espiritual de los seres humanos hará posible una tierra de la buena esperanza, de la bio-civilización, donde el eje constructor sea la vida”.

Además de este desafiante panorama, los agudos análisis coyunturales que presentaron los laicos Juan Luis Hernández y Cecilia Tovar ofrecieron nuevos elementos a las hermenéuticasque se dieron durante el Congreso, algunas de ellas con un marcado acento narrativo, como las que presentaron las teólogas Etel Nina Cáceres y Vicenta Mamani, desde la rica tradición teológica de la Iglesia del sur andino, o la meditación que compartió Marcelo Barros, con un marcado acento espiritual afroamericano.

Con un tono más expresamente neumatológico, algunos de los pioneros de la lectura popular de la Biblia, como Carlos Mesters, Francisco Orofino, Solange do Carmo y Eduardo de la Serna, dieron lugar a una rica polifonía para señalar la primacía del Espíritu en la Palabra de Dios, mientras que Víctor Codina desarrolló su exposición bajo la premisa de que “el Espíritu del Señor actúa desde abajo” –título de su último libro–, como se constata particularmente en América Latina y el Caribe.

Gustavo Gutiérrez, teólogo peruano
Por su parte, Gustavo Gutiérrez en su conferencia –una de las más esperadas–, con sabiduría patriarcal insistió en la impostergable urgencia de “vivir según el Espíritu”, en libertad, de asumir en plenitud el sentido de la primera bienaventuranza: “ser pobres de Espíritu”, y de “salir en búsqueda de los pobres de Jesucristo”.

En las intervenciones de los dos últimos días del Congreso, Carlos Schickendantz, monseñor Ramazzini, Virginia Azcuy y Pedro Trigo, ofrecieron importantes insumos para hacer viable la reforma de la Iglesia, con un renovado espíritu sinodal que dé paso a una nueva forma de ser y hacer Iglesia,desde el reconocimiento de alteridades y ministerialidades que, en últimas, hagan viable el sueño de “echar la suerte por la humanidad, como solidaridad con los hermanos, con todos los seres humanos, preferencialmente desde los pobres, desde el discipulado de los pobres con espíritu”.

Estos destellos de primavera teológica latinoamericana también tuvieron resonancia en los 15 talleres que se desarrollaron con el ánimo de “construir saberes nuevos y colaborativos, enraizados en las diferentes experiencias que tienen lugar a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe”, en diversos asuntos y sujetos emergentes como el derecho a lo urbano, la cosmovisión indígena, los migrantes, la trata de personas, la ecoteología, la vida religiosa, la mujer en la reforma de la Iglesia, las juventudes con sus lenguajes y códigos del mundo poscristiano, las Comunidades Eclesiales de Base, el “buen vivir”, la santidad y el conflicto en América Latina, las hermenéuticas bíblicas frente a las nuevas tendencias fundamentalistas, la enseñanza de la teología, el Reino de Dios ante las nuevas relacionalidades, y, el pensamiento teológico de José Comblin, uno de los mayores exponentes de la teología de la liberación.

Por otra parte, la presentación de 32 comunicaciones científicas permitió vislumbrar algunos nuevos territorios que se están explorando en la teología y en las ciencias de la religión, muchos de los cuales se desarrollan bajo el paradigma investigativo de la inter-disciplinariedad y de la trans-disciplinariedad.


Primeras flores

Además de los contenidos de las conferencias, los talleres y los trabajos científicos –objeto de una próxima publicación de Amerindia–, así como las experiencias compartidas y los horizontes vislumbrados, las convicciones que se presentaron en el Mensaje Final del Congreso (ver recuadro 2) son apenas las primeras flores de una nueva primavera para la teología latinoamericana.

¡Soplan nuevos vientos! Es posible que este haya sido el sentir común de los “históricos” y de los jóvenes teólogos mientras se retrataban con la convicción de seguir apostando por “una Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres”.

Recuadro 1

Amerindia: red de redes

Con espíritu ecuménico, la red católica Amerindia “se siente parte de una entrañable tradición del cristianismo latinoamericano-caribeño que encontró su expresión eclesial más reconocida en la Conferencia de obispos de Medellín. Esta tradición dio un paso decisivo alredescubrir la fuerza transformadora de lo pequeño y de los pequeños dejando a un lado así el viejo deseo de ser una Iglesia poderosa”.

Rosario Hermano,
secretaria ejecutiva de Amerindia Continental
En los últimos 15 años, Amerindia ha “lanzado sus redes” en la formación y consolidación de grupos de reflexión-acción en gran parte de la geografía latinoamericana y caribeña, y ha apoyadoa colectivos vinculados con la defensa del medio ambiente, los derechos humanos, la teología afro e india, la teología femenina y, de modo especial, ha tenido una destacada presencia en los Foros Sociales Mundiales y en la asesoría teológica de algunos obispos durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil).

Su secretaria ejecutiva, la uruguaya Rosario Hermano, considera que “uno de los aciertos de Amerindia es su capacidad de convocatoria y de sumar sinergias, voluntades y colaboraciones de tantos y tantas que escriben, coordinan, articulan y se comprometen, tanto en sus países como a nivel continental”. Está convencida de que “el otro mundo posible y la Iglesia posible nacen de la base, desde la escucha atenta a las distintas prácticas”, como ha ocurrido en los dos Congresos Continentales de Teología de 2012 y 2015.

Recuadro 2

Una teología con Espíritu desde los pobres

El Mensaje Final del II Congreso Continental de Teología ofrece una aproximación neumatológica a los “signos de los tiempos” que desafían a la teología latinoamericana, en un tiempo donde los urgentes clamores de la Tierra y de los pobres, el terrorismo, las guerras, el consumismo, la violencia y los fundamentalismos, interpelan el quehacer de la comunidad teológica latinoamericana.

Participantes II Congreso Continental de Teología
“Esta realidad deshumaniza y contradice la voluntad de Dios, se nos pide no acostumbrarnos a la pobreza que siguen viviendo nuestros hermanos/as y a seguir comprometiéndonos con la causa de Jesús y de los pobres para la construcción del Reino de Dios y su justicia”, afirmaron los participantes del Congreso, resaltando también la autoridad de los mártires que han dado su vida por amor a los pobres como “el mayor símbolo de la presencia misericordiosa de Dios-con-nosotros”.

Ante esto, el Mensaje Final se revela como un “manifiesto” que privilegia la acción del Espíritu “como la fuerza para subvertir la historia, fortaleciendo la liberación real de nuestros pueblos y haciendo que los pobres sean sujetos protagonistas de su destino”. En este sentido, se reconoce que el Espíritu, con sus diversos nombres en las múltiples culturas, “tiene un lugar central en la espiritualidad de América Latina”.

“Sentimos y pensamos que es el Espíritu quien está creando la Iglesia samaritana en América Latina, cercana, próxima a las nuevas víctimas del terror y la exclusión. Mantener este rumbo implicará crear las condiciones para vivir fuertemente la experiencia del Espíritu, volviendo a lo esencial, provocando el encantamiento de otra forma de ser Iglesia que tenga sentido para la gente de hoy. El signo que la caracteriza es ser cada vez más una Iglesia pobre, desde, para y por la causa de los pobres. Y esta opción debe atravesar todas nuestras teologías, estructuras, inserciones y pastorales. En este sentido reafirmamos, la importancia del Vaticano II y de Medellín, como grandes señales del Espíritu en nuestra Iglesia”.

@OscarElizaldeP

Publicado en: Revista Vida Nueva Colombia No. 135
Fotos: Amerindiaenlared