La Iglesia del sur andino reivindica el papel de las culturas ancestrales
“El valle de la fertilidad”,
como es conocido actualmente el espacio sagrado de los Incas, a orillas del
lago Titicaca en Chucuito, epicentro de milenarias tradiciones ancestrales de
la cultura Tiwanaku, también es
testigo del caminar teológico y pastoral de la Iglesia en el sur andino, cuyos
procesos de reflexión teológica y de acción pastoral “han estado vinculados a
la ancestralidad andina que se resistió a morir”, como afirma Sofía Chipana Quispe, religiosa y
teóloga indígena, quien participó en el 25º Encuentro de Teología
y Pastoral Andina. “Estamos haciendo camino, fortalecidos con la
profundidad de nuestras ritualidades en relación a la Pachamama, a fin de que la vida siga germinando en nuestros
pueblos”.
Al hacer
memoria de los orígenes de los Encuentros, Narciso
Valencia Parisaca, sacerdote indígena de la prelatura de Juli, recuerda que
la propuesta nació como “una experiencia de fe guiada por el Espíritu de Dios y
enmarcada por el ‘ven y verás’, como una forma de encontrar a Jesús vivo y resucitado en medio de la
vida, la historia,
las manifestaciones culturales y la experiencia religiosa de un pueblo
despojado, empobrecido y peyorativamente denominado indio”.
Ante las realidades de
exclusión, maltrato, intimidación y desconocimiento que afronta la población
indígena de esta región, “la Iglesia en el sur andino ha asumido la responsabilidad
de escuchar sus clamores y acompañar sus proyectos de vida, que subyacen en sus
ricas expresiones religiosas y culturales, y cobran vida particularmente en sus
ritos y símbolos, lenguajes donde se nos comunica cómo este pueblo ha
experimentado y experimenta a Dios en su historia”, acrecienta el sacerdote
aymara, quien también ha comprobado en su propio itinerario vocacional las
bondades de un proyecto eclesial que privilegia la inculturación respetuosa del
Evangelio, en diálogo con la historia y las culturas de los pueblos originarios.
Diálogo y profecía
Desde la década de los 90, la
Iglesia en el sur andino ha dado vida a un proceso dialéctico y profético que
reivindica el papel de las culturas ancestrales como depositarias de una
singular experiencia de Dios, arraigada en la vida de la comunidad y estrechamente
vinculada a la Madre Tierra.
El camino recorrido ha
posibilitado nuevas formas de “hacer teologías en la frontera de cambio en el
mundo andino”, como se afirmó durante el último Encuentro, en Chucuito, entre el
31 de agosto y el 4 de septiembre de 2015, donde participaron delegados de los
pueblos Aymaras, Quechuas y Qollas procedentes de Argentina, Bolivia y Perú.
Propiamente, la ruptura de algunos
símbolos de opresión –el silencio, la clandestinidad y el cautiverio– han dado
lugar a nuevas experiencias con profundo sentido pascual –la palabra, la luz y
la libertad–. Así lo plantea el padre Narciso cuando explica que la
profundización de la Palabra de Dios ha propiciado una relectura de la
historia, de la experiencia religiosa y de las expresiones culturales, de tal
forma que “500 años después, nuestros pueblos rompen su silencio: no sólo
intentan relatarnos el holocausto vivido durante todo ese tiempo, sino que
vuelven a comunicarnos su experiencia milenaria del Dios de la vida, a partir
de sus propias expresiones religiosas, que por mucho tiempo han permanecido en
la clandestinidad. Su
religión y su cultura no se destruyeron sino que se transformaron para
comunicar vida a otros pueblos”.
Redescubrir la memoria, la sabiduría
y la experiencia de Dios en los pueblos originarios andinos, a través de tradiciones,
narrativas, cánticos, ritos y fiestas, es ciertamente una manera de pasar de la
clandestinidad al protagonismo o, si se quiere, de la satanización de las
prácticas religiosas indígenas al reconocimiento de que “la semilla del Verbo”
también ha estado presente en sus manifestaciones de fe que atraviesan toda su cultura.
Por su
parte, Sofía subraya que “fue el reconocimiento de una original apropiación del
cristianismo lo que nos llevó a un modo propio de vivir la fe, aunque muchos
consideren que es preciso cristianizarnos para que salgamos de nuestros
paganismos”. De ahí que al ritmo de los Encuentros de Teología y Pastoral
Andina, se haya decantado la necesidad de transitar del cautiverio –muchas
veces revestido de formas violentas– hacia emancipación de la experiencia de fe,
“en la libertad de los hijos de Dios”, de modo que se afiance también “el sentido
de una Divinidad protectora, defensora y liberadora”.
Cultura amenazada
Ante la amenaza de un sistema
económico que avasalla los diversos ámbitos de las culturas ancestrales, como
si se tratara de una nueva colonización que “en nombre de la globalización
impone una cultura hegemónica y dominante”, los pueblos andinos también han
expresado su palabra crítica, en sentido propositivo y contracultural (ver
recuadro abajo).
Ciertamente, la reflexión
teológica y la acción pastoral de la Iglesia en el sur andino ha propiciado
nuevas comprensiones sobre el sentido del quehacer teológico de cara a la
realidad. “Hemos llegado a comprender que nuestra teología es una
teología de la vida y para la vida, más allá de los libros; teología del camino
que nos pone en la búsqueda de las/os otras/os para encontrar allí a Dios;
teología del encuentro y del abrazo de Dios y con Dios en la comunidad; que
escucha y se hace eco de la ‘voz de la tierra’, del sabor de la papa y del
maíz, del amor a los animales y el respeto a los demás bienes de la tierra,
como los cerros y los ríos. Teología que refuerza las identidades de los
pueblos y nos reconstruye como humanos, hijas e hijos de la tierra”.
Narciso Valencia, sacerdote indígena. |
El camino
trazado por esta porción de Iglesia que se arraiga desde la identidad de los
pueblos indígenas andinos, bien podría servir de referente para que “la alegría
del Evangelio” sea posible en los diversos contextos donde la vida clama. “Nuestros
pueblos indígenas desde siempre han vivido con naturalidad el ecumenismo y la
inter-religiosidad que busca sumar las intuiciones y acciones que impulsan la
vida en vez de dividir e imponer verdades doctrinales”, afirmaron los
participantes del 25º Encuentro de Teología y Pastoral Andina.
“Nuestra
teología es de ofrenda y no de petición”, concluye el padre Narciso, “nosotros [los
pueblos indígenas] no acudimos a Dios para pedirle que resuelva nuestros
problemas, sino para refrendar nuestro compromiso de actuar con Él, en
corresponsabilidad, a favor del mundo y por el pueblo, diciéndole que aquí
estamos para hacer contigo la renovación del mundo, de su armonía perdida en la
enfermedad, en el desorden creado, y en la división provocada por intereses
egoístas”.
La
palabra de los pueblos andinos
El 25º Encuentro de Teología y Pastoral Andina denunció
las pretenciones “colonizadoras” de una cultura hegemónica y dominante “que explota,
oprime, reprime y violenta a todos los seres vivientes de la tierra”. Ante
esto, los pueblos expresaron su palabra, a modo de manifiesto:
- Reafirmamos nuestra convicción profunda en los
Derechos Humanos y los derechos de la Madre Tierra, Pachamama, realidad viviente que reclama cuidado (cf. Laudato Si’), respeto, colaboración y
cariño.
-
Transmitir nuestra experiencia religiosa, contagiando y
revalorizando la cultura andina en los jóvenes, sensibilizando a través de
voluntariados, partiendo de aspectos más humanos-culturales para luego
introducirlos en la fe.
-
Recuperar, preservar, consumir y garantizar alimentos
orgánicos que sean saludables.
-
Generar conciencia crítica, especialmente con relación al
consumismo.
- Continuar en la búsqueda común de proyectos acordes
con la economía solidaria andina, realizando las prácticas culturales que
expresan nuestra profunda espiritualidad que favorece la vida.
- Reconocer
a Dios también en experiencias fuera de la Iglesia institucional. Esto implica:
fortalecer la diversidad y no buscar la uniformidad, consolidar el sentir a
Dios en comunidad, buscar aspectos en común y no las diferencias, defender y
promover la vida, entablar un diálogo ecuménico con quienes impulsan la vida.
Publicado en Vida Nueva Colombia No. 133
Fotos: P. Narciso Valencia
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