Ante la actual crisis política de Brasil, la Iglesia defiende la democracia
Polarizado
en medio de una profunda crisis política –además de económica y sanitaria–, Brasil
registra complejos cuadros de conmoción “que tienen como telón de fondo la
ausencia de referenciales éticos y morales”, como ha denunciado la Conferencia
Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), amén del descontento de los derrotados en
las últimas elecciones presidenciales.
La
tentativa de llevar adelante un juicio político que conduciría a la destitución
de la presidenta Dilma Rousseff (impeachment) por haber ‘maquillado’ la
situación fiscal de Brasil antes de su reelección en 2014, coincide con los
escándalos de corrupción de la petrolera estatal Petrobras (la llamada operación
lava-jato) que envuelve a una amplia
lista de empresarios y políticos, a lo que se suma la campaña de descalificación
política orquestadas por ‘poderosos’ medios de comunicación nacional.
Los
obispos brasileros, por su parte, si bien han declarado que “la superación de
la crisis pasa por el rechazo sistemático de toda corrupción”, también han
afirmado con vehemencia que “es fundamental garantizar el Estado democrático de
derecho”, añadiendo que “cualquier solución que atienda a la lógica del mercado
y a intereses partidarios antes que a las necesidades del pueblo, especialmente
de los más pobres, niega la ética y se desvía del camino de la justicia”.
Ante
la maquinaria mediática y judicial que busca revestir de legalidad una retaliación
política que contradice la voluntad de 54.499.901 brasileros en las urnas, el
obispo emérito de Jales, Demétrio
Valentini, ha manifestado que “es necesario desenmascarar la trama que está
siendo urdida para crear artificialmente un supuesto consenso popular, que
serviría de respaldo a los objetivos que se pretenden alcanzar”.
En
ese sentido, algunos académicos como Igor
Fuser, de la Universidad Federal del ABC, han aclarado que “el pedido de destitución de Dilma no tiene nada que ver con la operación lava-jato”,
argumentando que “la presidenta solo podría ser
separada de su cargo si se demuestra que ha cometido un crimen”. Así también Marco Aurelio Mello, uno de los
magistrados del Supremo Tribunal Federal, ha dicho que “sin crimen de
responsabilidad (el impeachment) sí
es golpe”.
A
nivel eclesial, no han sido pocos los movimientos e instituciones que han
levantado su voz en defensa de la democracia brasilera, advirtiendo que
“estamos presenciando el mismo discurso propagado en vísperas del golpe de 1964,
generando un clima de inestabilidad, violencia y miedo”.
Las
Comunidades Eclesiales de Base de São Paulo, por ejemplo, participaron en las protestas
del pasado 18 de marzo para “manifestar apoyo y solidaridad incondicional al
estado democrático de derecho amenazado por el golpe en marcha”.
Otras
organizaciones católicas como Cáritas, la Comisión de Pastoral de la Tierra, el
Consejo Indigenista Misionero, el Consejo Pastoral de los Pescadores y el
Servicio Pastoral de los Migrantes han subrayando que “en este momento, frente
a la amenaza de un golpe a la democracia brasilera, no podemos permitir que las
conquistas democráticas y que los derechos civiles, políticos y sociales sean
una vez más confrontados por la fuerza de la intolerancia y de la violencia,
física y/o institucional”.
Asimismo,
el colectivo Iglesia Pueblo de Dios en Movimiento propuso que “la democracia es
el mejor camino para vencer la corrupción”, recordando que “los movimientos que
convocan al pueblo a las calles por el impeachment
son patrocinados por políticos de conocida conducta de persecución a los
derechos humanos, como fue visto en sus discursos en la Avenida Paulista, el
domingo 13 de marzo”.
Con la polémica que desató la nominación del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como ministro de la Casa Civil –la cartera más importante del gabinete– y su casi inmediata suspensión cautelar ante las sospechas de su participación en la operación lava-jato, la tensión política aumenta. La ruptura de la coalición entre el gobierno y el Partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB) contribuye al clima de inestabilidad política, mientras se espera el informe que presentará la comisión de diputados que analiza el pedido de impeachment.
Entretanto,
las multitudinarias manifestaciones del 31 de marzo a favor de la democracia brasilera, bajo la consigna “¡no al
golpe!”, han dado un importante espaldarazo al gobierno.
Democracia y ecumenismo
Desde un plano ecuménico, el Consejo
Nacional de Iglesias Cristianas, el Consejo Latinoamericano de Iglesias, la
Iglesia Presbiterana Unida, la Iglesia Evangélica Luterana de Brasil, la
Iglesia Episcopal Anglicana de Brasil, y el grupo de Misión Completa –que reúne
a pastores y líderes evangélicos–, han exigido respeto al voto denunciando “la
corrupción, la iniquidad, la impunidad y el ataque al Estado de derecho, que
hacen que el pan no esté en la mesa del pobre y deja a los enfermos y a los
huérfanos desamparados”.
También un grupo de más de 350 miembros
de diversas tradiciones religiosas suscribieron un manifiesto en que afirma que
“la democracia es esencial para la convivencia y la coexistencia entre
diferentes religiones, grupos y personas no religiosas”.
Publicado en Vida Nueva España No. 2.983.
Fotos: Agencias, CONIC.
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