jueves, 2 de marzo de 2017

Estrella del Sur

Jóvenes bolivianos, chilenos y peruanos amasan el sueño de una sociedad fraterna



Desde hace dos años, las vacaciones del joven boliviano Víctor Hugo Rosas tienen nombre propio: ‘Estrella del Sur’. “Participé en el primer encuentro que se realizó el año pasado, en Santiago de Chile, cuando recibimos el emblema de Santa María del Sur y desde entonces el grupo de Cochabamba asumimos el compromiso de organizar el segundo encuentro”. En efecto, Víctor ha hecho parte del equipo coordinador de ‘Estrella del Sur 2.0’, que ha reunido a casi un centenar de jóvenes y adultos del Cono Sur del continente, para compartir itinerarios de integración y espiritualidad, articulados desde el imperativo del cuidado de la Pachamama (‘Madre Tierra’), un desafío que se hace camino entre los pueblos originarios y el sistema globalizado.

“Estrella del Sur fue, originalmente, un sueño de Sergio Torres, quien lo incubó por varios años hasta que se hizo proyecto de Amerindia Chile y comenzamos a compartirlo con Amerindia Cochabamba y algunas Instituciones, como el Centro Ecuménico Diego de Medellín y los Siervos de María, entre otras”. Así describe Rogelio Correa, coordinador de Amerindia Chile, los orígenes de esta iniciativa de cuño intergeneracional, interreligiosa e intercultural, que este año ha convocado en la Casa del Catequista de Cochabamba –del 22 al 26 de enero– a 29 chilenos procedentes de Arica, Iquique, Santiago, Temuco y Valparaíso, 47 bolivianos de Cochabamba, La Paz, Llallagua y Oruro, y 14 peruanos provenientes de Puno, destacándose la participación de un significativo grupo de jóvenes aymaras, mapuches, quechuas y urus.

Participantes de Estrella del Sur 2.0
Más que una consigna, afirmar que ‘la diversidad nos une’ es una profunda convicción, explica Tania Ávila, coordinadora de Amerindia Cochabamba, asegurando que “hemos querido proponer un proceso de relectura y aprendizaje desde dos vertientes: las culturas originarias y el sistema globalizado del cual todos los pueblos somos parte; ambas realidades son fundamentales para ahondar las raíces de unidad e integración de los pueblos”.

Integración

En la perspectiva de Sergio Torres, ‘Estrella del Sur’ pone en evidencia la firme voluntad de superar los obstáculos que impiden la verdadera fraternidad”, considerando que “Perú, Bolivia y Chile tienen la vocación y la tarea de integrarse en una unión del sur, superar las desigualdades y la pobreza y hacer un aporte, con otras naciones del sur, a la geopolítica mundial, para crear una nueva civilización de paz, justicia y felicidad, inspirada por el Espíritu de vida y de plenitud”.

De ahí que cada una de las actividades, vivencias, y celebraciones que se han desarrollado a lo largo de cinco jornadas formativas, fueran concebidas como espacios de encuentro y diálogo a partir de los saberes de los pueblos originarios y de las oportunidades que ofrece el sistema globalizado para la gestación de una ecología integral en la vida de los pueblos.

Para Abel Florez Ávila, estudiante de medicina de la Universidad del Valle de Bolivia, el anhelo de “borrar las fronteras históricas e ideológicas que nos dividen, descubriendo que lo que nos une es mucho más fuerte”, fue una de las constantes más importantes del encuentro. Expresamente, la celebración de rituales ancestrales y los espacios de aprendizaje que propiciaron el intercambio cultural, visibilizaron las sabidurías y las espiritualidades de los pueblos originarios que traspasan las fronteras de los países, integrándose en el Abya Yala (‘Nuestra América’).

El joven mapuche Sergio Marinao, valoró “la oportunidad de compartir con hermanos de distintos pueblos que respetan mi cosmovisión, así como yo también he podido apreciar las creencias que cada comunidad tiene”. Rubelia Gamarra, joven quechua perteneciente al pueblo de Macarí –en la región de Puno–, comparó las narrativas que dan cuenta de dichas creencias y cosmovisiones: “me cautivó haber encontrado que los mapuches explican su origen a través de leyendas, cuentos y mitos, y lo mismo ocurre con los quechuas de Puno. En mi pueblo, por ejemplo, tenemos la leyenda de maukallaq. Otro elemento que nos une son los cantos –agregó Rubelia–, tanto ellos como nosotros tenemos cantos que solemos utilizar para el tiempo de la siembra, de la cosecha, para transmitir tristeza, alegría, para el carnaval…”.

Redy Quintero, por su parte, comprobó que “a pesar de que hay muchas culturas que pueden ser distintas, con diferentes dialectos, hablamos un mismo lenguaje, como si fuéramos hermanos de toda la vida, miembros de una misma familia, con una misma raíz, una red que se va tejiendo”. Para Adelma Quispe, conocer la realidad del pueblo Aymara le permitió reafirmar la defensa de su cultura quechua: “aunque migremos a las ciudades, debemos conservar nuestras costumbres, los vínculos con nuestros ancestros, lo que hemos aprendido en nuestras comunidades y el cuidado de nuestros recursos”.

Reciprocidad

Adelma destacó dos aprendizajes: “los valores de reciprocidad de la comunidad, como el trueque de productos y la ‘minga’, donde todos apoyamos la labor de los demás y, al mismo tiempo, somos apoyados por la comunidad: hoy por ti, mañana por mí; otro aspecto importante es nuestra opción por los alimentos agroecológicos, que son más saludables que las comidas transgénicas y agroquímicas”.

En el compartir de cada día, entre conferencias y didácticas favorables al aprendizaje en comunidad, los jóvenes también fueron sensibles a los problemas que afectan a los pueblos originarios. Así lo expresó Adimelia Moscoso, joven aymara de Iquique: “me queda una gran preocupación por la situación que está viviendo el pueblo Uru, pues nos contaron que sus lagos se están secando cada vez más y no tienen tierras, además de muchos otros factores que atentan contra su cultura y los coloca en una difícil situación de vulnerabilidad que podría generar su desaparición”.

Por otra parte, la visita al complejo arqueológico de las qollqas, en la ciudad de Quillacollo –una especie de ‘granero’ que garantizaba la seguridad alimentaria de los incas–, y al histórico Valle Alto –que incluyó un conversatorio con el director del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Quechua y con algunos líderes del municipio de Cliza–, desataron interesantes procesos de aprendizaje que se sumaron a los aportes teóricos de José Luis Muñoz (“El desafío de la integración”), Sebastián Lara, (“Interdependencia en un mundo globalizado”), Antonietta Potente (“Las otras historias”) y Víctor Codina (“Ecología integral).

La suma de experiencias, espiritualidades, sabidurías ancestrales y reflexiones acrisoladas por la urgencia de construir puentes en vez de levantar muros, está dando lugar a una original búsqueda de comunión –no solo de comunicación– donde se entretejen historias de vida que amasan el sueño amerindio de gestar una sociedad fraterna, desde la vida cotidiana, revertiendo la historia, “porque en realidad nuestro norte es el sur”, como inmortalizó el artista uruguayo Joaquín Torres García. El próximo encuentro de ‘Estrella del Sur’ será en enero de 2018 en Chile ¿Alguien se quiere apuntar?

@OscarElizaldeP

Publicado en: Revista Vida Nueva No. 163 (edición colombiana).

No hay comentarios:

Publicar un comentario