viernes, 21 de junio de 2013

¿100 días con Francisco?

La primavera de la ternura




Hace unos años me enteré de que en Corea del Sur la gente celebra su primer año de vida, 100 días después del parto. Eso quiere decir que los nueve meses que preceden al alumbramiento, hacen parte de las cuentas para el primer aniversario.
 
Si se me permite la analogía, el parto de un nuevo Papa (Habemus Papam), también está precedido por un cónclave de gestación, que afortunadamente ya no dura meses ni años, como antes.
 
Sabemos que el papa Francisco se “gestó” desde el cónclave anterior y desde “el fin del mundo” con suma discreción, sin que el señor del kiosco donde compraba el periódico se enterara, los hinchas de San Lorenzo lo sospecharan, ni los usuarios del “subte” lo imaginaran. Menos aún los curiales. Los apostadores ingleses lo tenían en el puesto 44.º de los opcionados a la sede vacante.
 
Quienes hicieron balance de los primeros 100 días de Francisco, el papa, en realidad recogieron una muestra de lo que siempre ha sido Jorge Mario, el porteño, a quien calificaron como austero, humilde, alegre, carismático, pobre, cálido, revolucionario… pero sobre todo, pastor, de esos que saben a qué huelen las ovejas, sobre todo las que se encuentran en las periferias.
 
Francisco ha traído un nuevo aire primaveral a “este valle de lágrimas”. Sus gestos han encandilado, con su haz de sencillez y de ternura, desde el día de su elección, cuando lo vimos inclinar su cabeza para pedir la bendición del pueblo de Dios, hasta la audiencia del pasado miércoles, cuando se dejó arrebatar el "trono" por un joven especial que llevaba puesta la camiseta de la selección de Argentina.
 
También sus palabras han anunciado un nuevo tiempo, más misericordioso y menos autorreferencial. Han sido una buena noticia para muchos, especialmente para los más pobres y vulnerables, y un clamor profético en defensa de las víctimas de la trata de personas, del hambre, de la violencia, y de muchas otras plagas de nuestro tiempo. Con cada homilía, audiencia, tuit… va tendiendo puentes para construir otro mundo. De eso no hay duda.
 
Han pasado 100 días y el papa Bergoglio es una autoridad, porque sabe que el poder es servicio, porque en él no existen dicotomías entre gestos y palabras, porque es un mensajero de paz y sabe que las grandes revoluciones pasan por el crisol del amor.
 
¡Y llegó la primavera!, la primavera que anhelaron los padres del Concilio Vaticano II.
 
Francisco trajo del sur la primavera de la ternura. La misma que impulsó con los curas villeros de Buenos Aires, y que ahora derrocha en la plaza de San Pedro, cuando sale a dar una vuelta en su papa-jeep.
 
Creo que no han sido 100 días. La revolución de la ternura comenzó hace mucho tiempo, en el “fin del mundo”, y no nos habíamos dado cuenta.
 
 
 
 


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