sábado, 20 de julio de 2013

Un peregrino en la JMJ (1)

CAMINO A RÍO


Tras un día frenético –no podría ser de otro modo–, por fin llegué al aeropuerto internacional ElDorado. Sólo cuando entregué el morral a las 21:05 a la chica del counter de sonrisa cálida –no tan “comercial”, como escribió Gabo en algún cuento peregrino– me di cuenta que llegó el día anhelado: estoy camino a Río.

No creo que haya una sala más lejana que la No. 52 en el nuevo aeropuerto. Para llegar allá hay que recorrer prácticamente todo el terminal y, al final, bajar por unas escaleras hasta la planta más baja, es decir, hasta las “catacumbas” del aeropuerto.

Esa fue mi primera imagen, al descender y encontrar reunido a un grupo de más o menos 100 jóvenes portando camisetas y chaquetas coloridas. Unos de naranja – “el color de la alegría”–, otros con el inconfundible logo de la JMJ Río 2013, y algunos de azul. Confundidos en un mismo cuerpo, parecían estar celebrando la eucaristía a la manera de los primeros cristianos, en las catatumbas. Este centenar lo hacía “a cielo abierto”, bajo la gran mole del nuevo aeropuerto y sin temor de ser vistos ni escuchados. ¡Son testigos del resucitado!

Con curiosidad y total fascinación me acerqué. La mayoría de ellos estaban sentados en el suelo y con seguridad nadie se percató de mi presencia. Estaban cantando, guitarra en mano. O mejor dicho, “orando dos veces”, como diría San Agustín. Una joven cantaba de rodillas, con los ojos cerrados y los brazos extendidos, cual icono joven de la cidade maravilhosa: el  Cristo Redentor. Era tal el ambiente místico, que me sentí profano con mi granizado de café, bebiendo mientras que esos chicos tenían su corazón en Dios.

Luego me enteré que la escena fue totalmente espontánea y súbita. Bastó con que un cura joven invitara a una veintena de jóvenes de su parroquia a hacer un rato de oración, para que todos los peregrinos que se encontraban en la sala 52 hicieran de aquel espacio un “templo vivo del Espíritu”. Mexicanos, ecuatorianos, costarricenses y panameños. Cuatro naciones y una misma fe.

Pasó el momento orante. Vinieron las fotos, el intercambio y las historias fluyeron. Quién lo iba a imaginar, ¡la JMJ ya estaba comenzando!

Me acerqué al grupo de jóvenes de Guayaquil (Ecuador) y me contaron que eran del movimiento laical “lazos de amor mariano”. Los 17 llevaban en su pecho la medalla milagrosa. La mayoría eran universitarios/as y no disimulaban su ilusión por la JMJ y Francisco.

En el bus que nos condujo al avión, supe que los chicos centroamericanos hacían parte de la “juventud alfonsiana” que, además, participarían en un encuentro internacional en Aparecida el día 22. En el avión, tuve como vecinos a dos fraternos mexicanos anaranjados: Mariano y Kasandra. Me dijeron que eran lasallistas, del Distrito de México Sur y en total son 19: 15 estudiantes, 2 hermanos de La Salle y 2 profesores. Se prepararon para la JMJ con encuentros de oración, catequesis, una misión juvenil de 10 días y, desde el punto de vista económico, con actividades pro-JMJ: ventas de papas y rifa de Ipad, entre otros. Traen en su equipaje tres sombreros “charros” para el compartir cultural que vivirán en su pre-jornada internacional lasallista.

Así fue, la JMJ Río ya estaba en, al menos en pequeñas dimensiones, en el vuelo 261 de Avianca. Aterrizamos en una mañana nublada a las 7:15 a.m. No hubo Corcovado ni Pão de Açucar a la vista. Poco importó. ¡Aquí estamos 101 peregrinos listos para vivir la JMJ con Francisco!

Publicado en: http://www.vidanueva.es/2013/07/22/un-peregrino-en-la-jmj-camino-a-rio/

1 comentario:

  1. Increíble experiencia Óscar, gracias por compartirla. Mariano

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