VIDA PEREGRINA
María
proviene de la Rioja (Argentina). El pasado lunes 22 de julio esperó 12 horas
bajo la lluvia para recoger su kit de
peregrina en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Laura, de Bogotá
(Colombia), esperó menos tiempo, también bajo la lluvia, pero tuvo que regresar
al día siguiente porque cuando le entregaron su kit le dijeron que se habían agotado las tarjetas para comida y
transporte. Estaba a tres horas de la casa de familia donde se hospeda por
estos días, a las afueras de Río.
Cualquier
cantidad de historias de lluvia, frío y esperas se puede escuchar entre los
peregrinos que hacen filas, de hasta una hora y media, para almorzar en un McDonald's o en un KFC. En sus rostros se dibujan el hambre y el cansancio de la
jornada. Lo mismo podrían notarse en quienes han intentado llegar a uno de los
puntos turísticos de la ciudad, como el Cristo Redentor del Corcovado, o el morro de Pão de açucar.
En
cuestiones de transporte la situación no varía mucho. Grandes trancones
prolongan las distancias de los peregrinos –que lo diga Francisco, quien a su llegada quedó atrapado en uno de
ellos–, y el metro también ha presentado deficiencias.
Por
supuesto, algunos medios de comunicación han aprovechado todas estas
constataciones para criticar la desorganización local y para insinuar que, si
las cosas siguen así, el Mundial y las Olimpiadas serán un desastre.
Más
allá de lo logístico, me admira la particular “vocación” de los peregrinos.
Ninguno se queja. Estos impases no les roba la alegría de participar en la JMJ
compartiendo con Francisco, viviendo experiencias y tejiendo nuevas amistades.
Por ejemplo, la decisión de realizar la vigilia y la misa de clausura en Copacabana y no en el lugar que se había previsto, en Campus Fidei, parece que ha afectado más a los comerciantes de Guarativa que a los mismos jóvenes. Salvo que ya no peregrinarán 13 sino 9,5 kilómetros, parece que lo demás será similar. Cambiará el lugar, pero no la programación. Hoy vivirán su vigilia junto al mar, y si llueve de todas formas no se irán.
Por ejemplo, la decisión de realizar la vigilia y la misa de clausura en Copacabana y no en el lugar que se había previsto, en Campus Fidei, parece que ha afectado más a los comerciantes de Guarativa que a los mismos jóvenes. Salvo que ya no peregrinarán 13 sino 9,5 kilómetros, parece que lo demás será similar. Cambiará el lugar, pero no la programación. Hoy vivirán su vigilia junto al mar, y si llueve de todas formas no se irán.
Los
peregrinos son “todoterreno”. Son una
raza extraña en estos tiempos del confort y del consumismo que tanto nos atrae
y que también esclaviza a muchos jóvenes. En la JMJ se identifican con una
maleta amarilla, azul o verde a sus espaldas, una capa plástica y un frasco con
agua que cuelga de sus mochilas. Algunos también llevan banderas.
Por
encima de todo son incansables. Los vemos cantando en grupos, brincando, yendo
de un lado para otro, en pequeños o en grandes grupos, sentados sobre el andén
o a la orilla de la playa –algunas veces rezando–, cantando con una guitarra, tomados
de la mano cuando cruzan las avenidas, pendientes de que no se pierda alguno, y
en las estaciones de metro, si son cariocas, están dispuestos a fungir de guías
para orientar a los extranjeros.
También
las familias y las comunidades que los han acogido tienen mucho de este
espíritu. Se incomodaron para acomodar a sus visitantes. Cedieron sus
habitaciones y “ensancharon la tienda de su casa”. Están pendientes de saber a
qué hora llegan sus invitados, si comieron, si se mojaron… Cambiaron su rutina
y “echaron agua a los fríjoles”, como recomienda Francisco.
Podemos
mejorar la logística y la organización. Sin embargo, los inconvenientes de un
encuentro multitudinario como la JMJ nos recuerdan la necesidad que tenemos de
desinstalarnos e incomodarnos como el “pobrecillo de Asís”, para aprender a ser
felices con lo necesario y compartiendo lo que tenemos, sea mucho o poco. Una
nueva tierra será posible si logramos simplificar la vida. Ganaremos calidad de
vida, diría José Mujica, el presidente uruguayo.
En breve los peregrinos de
la JMJ regresarán con más espíritu misionero que nunca. Serán los misioneros de
la “revolución de la fe” que Francisco ha traído a la Iglesia y ha acentuado en
Río.
Cómo me gustaría escucharle decir mañana, en la misa de clausura, “Vayan y hagan lío”. El primer lío será lo que algunos llaman “ser contracultural”. Entonces veremos la esperanza de una nueva primavera.
Cómo me gustaría escucharle decir mañana, en la misa de clausura, “Vayan y hagan lío”. El primer lío será lo que algunos llaman “ser contracultural”. Entonces veremos la esperanza de una nueva primavera.
Fotos: www.lanacion.ar
Publicado en: http://www.vidanueva.es/2013/07/27/un-peregrino-en-la-jmj-vida-peregrina/
Publicado en: http://www.vidanueva.es/2013/07/27/un-peregrino-en-la-jmj-vida-peregrina/
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